Página 332 - Recibir

Basic HTML Version

Concesión plena del espíritu, 5 de noviembre
Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que
soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados.
Hechos 2:2
.
Cuando el Espíritu Santo descendió el día del Pentecostés, fue como un viento
fuerte y poderoso. No fue dado con una medida escasa; porque llenó el lugar donde
estaban sentados los discípulos. Así nos será dado cuando nuestros corazones
estén preparados para recibirlo.
Que cada miembro de la iglesia se arrodille delante de Dios y ore sinceramente
por el impartimiento del Espíritu. Exclamad: “Señor, aumenta mi fe. Haz que
comprenda tu palabra, porque la comprensión de tu palabra proporciona luz.
Refréscame mediante tu presencia. Llena mi corazón con tu Espíritu para que
pueda amar a mis hermanos así como Cristo me ama a mí”.
Dios bendecirá a los que así se preparan para el servicio. Comprenderán qué
significa tener la certeza del Espíritu, porque habrán recibido a Cristo por fe. La
religión de Cristo es más que el perdón del pecado; significa que éste es removido
y que el vacío lo llena con el Espíritu; que la mente es divinamente iluminada,
que el corazón se vacía del yo y es llenado con la presencia de Cristo. Cuando la
feligresía realice esta obra, la iglesia será viva y activa.
Debemos tratar más fervientemente de ser de una misma mente y un mismo
propósito. Únicamente el bautismo del Espíritu Santo puede llevarnos a lograr este
objetivo. Como resultado del renunciamiento propio preparemos nuestro corazón,
a fin de recibir el Espíritu Santo para que se pueda hacer por nuestro intermedio
una gran obra, de modo que no digamos: “Miren lo que estoy haciendo”, sino:
“Miren la bondad y el amor de Dios”...
Podemos hablar de las bendiciones del Espíritu Santo, pero, a menos que
nos preparemos para su recepción, ¿de qué valen nuestras obras? ¿Nos estamos
esforzando con todas nuestras fuerzas para alcanzar la estatura de hombres y
mujeres en Cristo? ¿Estamos buscando su plenitud, avanzando siempre hacia la
meta puesta delante de nosotros: el perfecto carácter de Jesús?—
The Review and
Herald, 10 de junio de 1902
.
[321]
328