Página 334 - Recibir

Basic HTML Version

Sin excitación, 7 de noviembre
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor,
¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a
vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola
potestad.
Hechos 1:6, 7
.
Los discípulos sentían deseos de conocer el tiempo exacto de la revelación del
reino de Dios; pero Jesús les dijo que no les era permitido conocer los tiempos y
las sazones, pues el Padre no lo había revelado. Saber cuándo se iba a restaurar el
reino de Dios no era lo más importante. Su tarea era seguir al Maestro, orando,
esperando, velando y trabajando. Debían ser los representantes del carácter de
Cristo ante el mundo.
Lo que para una vida cristiana llena de éxito era esencial en los días de los
discípulos, también lo es en nuestros días. “Y les dijo: No os toca a vosotros saber
los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. ¿Y qué debían hacer
después del descenso del Espíritu? “Y me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
Hechos 1:7, 8
.
Esta es también la obra en la cual nosotros debemos ocuparnos. En vez de
vivir en la expectativa de alguna sazón o tiempo especial de conmoción, debemos
aprovechar sabiamente las oportunidades presentes, realizando ahora lo que debe
hacerse para que la gente pueda ser salva. En lugar de consumir las facultades
mentales en especulaciones acerca de los tiempos y las sazones que el Señor ha
puesto en su sola potestad, y que no ha revelado a los hombres, debemos rendirnos
a la influencia del Espíritu Santo para cumplir con nuestros deberes actuales, a fin
de dar el pan de vida, no adulterado con las opiniones humanas, a los pecadores
que están pereciendo por desconocer la verdad.
Satanás siempre está preparado para llenar la mente con teorías y cálculos que
desvíen a los hombres de la verdad presente y los incapacite para dar al mundo el
mensaje del tercer ángel.—
The Review and Herald, 22 de marzo de 1892
.
[323]
330