En formas inesperadas, 8 de noviembre
Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere
decir esto?
Hechos 2:12
.
Hemos de orar por el derramamiento del Espíritu como remedio para las
personas enfermas de pecado. La iglesia necesita convertirse, y, como sus re-
presentantes, ¿por qué no hemos de postrarnos ante el trono de la gracia con
un corazón quebrantado y un espíritu contrito, a fin de suplicar fervientemente
que el Espíritu Santo sea derramado sobre nosotros? Oremos para que cuando
bondadosamente sea otorgado, nuestros fríos corazones sean reavivados, y como
resultado podamos tener el discernimiento para comprender que proviene de Dios
y lo recibamos con gozo.
Algunos han tratado al Espíritu como a un huésped indeseado, rehusando
recibir el rico don, negándose a reconocerlo, apartándose de él y condenándolo
como fanatismo. Cuando el Espíritu Santo obra en el agente humano, no nos
pregunta de qué manera deberá actuar. A menudo procede de maneras inesperadas.
Cristo no llegó como lo esperaban los judíos. No vino para glorificarlos como
nación. Su precursor se presentó para prepararle el camino, llamando a la gente a
arrepentirse de sus pecados, a convertirse y a ser bautizada. El mensaje de Cristo
era: “El reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio”.
Marcos
1:15
.
Los judíos rehusaron recibir a Cristo porque no apareció en armonía con sus
expectativas. Por la mucha experiencia que tenían, las ideas de los hombres fueron
tenidas por infalibles. Este es el peligro al cual está expuesta la iglesia: que las
invenciones de seres finitos señale la manera precisa como ha de venir el Espíritu
Santo. Aunque no quieran reconocerlo, algunos ya han hecho esto. Y como el
Espíritu ha de venir, no para alabar a los hombres o para vigorizar sus teorías
equivocadas, sino para reprochar al mundo de pecado, de justicia y de juicio,
muchos se apartarán de él... El Espíritu Santo no adula a nadie, ni hace su obra de
acuerdo con los planes de hombre alguno.
Los hombres finitos y pecadores no conducirán al Espíritu Santo. Mediante
cualquier agente humano que Dios elija para reprender, la posición del hombre es
escuchar y obedecer su voz.—
The Ellen G. White 1888 Materials, 1540, 1541
.
[324]
331