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Contémplalo a él, 21 de febrero
Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios,
y no hay más.
Isaías 45:22
.
Con el propósito de cumplir con las exigencias de la ley, la fe debe aferrarse
de la justicia de Cristo aceptándola como nuestra justificación. Gracias a la unión
con Jesús, por fe, y mediante la aceptación de su justicia, podemos ser calificados
para el servicio de Dios, y coparticipar en la obra del Señor. A fin de darle a la
justicia eterna el lugar que le corresponde, usted manifestará que no tiene fe si
está dispuesto a dejarse arrastrar por las corrientes pecaminosas, y si no quiere
cooperar con las agencias celestiales a fin de refrenar la transgresión en su familia
o en la iglesia.
La fe obra por amor y purifica al ser entero. Por intermedio de la fe, el Espíritu
Santo actúa en el interior del corazón para santificarlo; sin embargo, es imposible
que pueda cumplir con su ministerio si el agente humano no está dispuesto a obrar
con Cristo. Únicamente la obra del Espíritu Santo en el corazón nos preparará para
el cielo. Si deseamos tener acceso al Padre, la justicia de Cristo debe ser nuestra
credencial. Para que podamos obtenerla y ser partícipes de la naturaleza divina,
diariamente necesitamos ser transformados por la influencia del Espíritu Santo,
cuya misión es elevar el gusto y santificar el corazón a fin de que todo el ser sea
ennoblecido.
Desde tu interior mira a Jesús. “He aquí el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo”.
Juan 1:29
. Nadie está obligado a mirar a Cristo; sin embargo,
la voz que invita con gran súplica dice: “Mira y vive”. Si contemplamos a Cristo,
descubriremos que ese amor no tiene igual, un amor que estuvo dispuesto a tomar
el lugar de los pecadores para imputarnos su justicia inmaculada.
Cuando el transgresor sabe que por causa de la maldición del pecado el Sal-
vador murió por él, al reflexionar en ese acto piadoso, el amor despierta en su
corazón. El pecador ama a Cristo, porque Cristo lo amó primero. La esencia de la
ley es el amor. La persona que se arrepiente sabe que Dios “es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
1 Juan 1:9
. El Espíritu
de Dios obra en el corazón del creyente con el fin de capacitarlo para que haga
avances de un nivel de obediencia a otro más alto, de una fortaleza a otra más
fuerte, y para que ascienda de gracia en gracia en Cristo Jesús.—
The Review and
Herald, 1 de noviembre de 1892
.
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