Dominio propio, 12 de marzo
Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la
comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los
eunucos que no se le obligase a contaminarse.
Daniel 1:8
.
Haríamos bien en ponderar las lecciones que este texto encierra. Un estricto
acatamiento a las exigencias de la Biblia será una bendición para el cuerpo y
todo el ser. El fruto del Espíritu no es solamente amor, gozo y paz; también
es temperancia. Por ser templos del Espíritu Santo tenemos el desafío de no
contaminar nuestros cuerpos.
Los cautivos hebreos fueron hombres con pasiones semejantes a las nuestras;
sin embargo, permanecieron firmes en medio de las atractivas influencias de la
lujuriosa corte de Babilonia. La juventud de nuestro tiempo está rodeada por las
seducciones de la gratificación propia. Especialmente en las grandes ciudades, cada
expresión de la complacencia sensual se presenta en forma incitante y al alcance
de todos. Los que, como Daniel, rehúsan contaminarse, cosecharán la recompensa
de los hábitos temperantes. Gracias a un mayor vigor físico y su acrecentado poder
de resistencia, contarán con una reserva para afrontar situaciones de emergencia.
Los buenos hábitos físicos contribuyen a la superioridad mental. El poder
intelectual, el vigor físico y las expectativas de vida dependen de leyes inmutables.
La naturaleza creada por Dios no interfiere para preservar al ser humano de las
consecuencias resultantes de la violación de sus exigencias. El que lucha por la
victoria debe ser temperante en todo. La claridad de pensamiento y firmeza de
propósito de Daniel, su poder para adquirir conocimiento y resistir la tentación,
en buena medida fueron logrados por la sencillez de la dieta en conexión con su
vida de oración...
La historia de Daniel y sus valiosos compañeros fue registrada en las páginas
de la Palabra divina para beneficio de la juventud de las generaciones posteriores.
Mediante el relato de la fidelidad a los principios de salud, Dios comunica su
mensaje a jóvenes y señoritas de nuestros días para invitarlos a recoger y exaltar
los preciosos rayos de luz que él ha proporcionado en el tema de la temperancia
cristiana, y para que se pongan en armonía con las leyes de la salud.—
The Youth’s
Instructor, 9 de julio de 1903
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