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Amor fraternal, 20 de marzo
Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra,
prefiriéndoos los unos a los otros.
Romanos 12:10
.
Cuando el Espíritu Santo inunde las mentes humanas, desaparecerán todas
las quejas y las acusaciones mezquinas que ocurren entre los hombres y sus
semejantes. Los luminosos rayos del Sol de Justicia brillarán en las cámaras de la
mente y el corazón. En nuestro culto a Dios no debe existir distinción entre ricos
y pobres, ni entre blancos y negros. Debe eliminarse todo prejuicio. Cuando nos
acercamos a Dios, debemos hacerlo como una sola hermandad. Somos peregrinos
y extranjeros, y vamos en viaje hacia una tierra mejor, a saber, la patria celestial.
Allí terminarán para siempre todo orgullo, toda acusación y toda vana ilusión.
Se quitará toda máscara y “lo veremos tal como él es”.
1 Juan 3:2
. Allí nuestros
cantos repetirán el tema inspirador, y tributarán alabanza y agradecimiento a Dios.
El Señor Jesús vino a esta tierra a salvar a los hombres y las mujeres de todas
las nacionalidades. Murió tanto por la raza de color como por la raza blanca. Jesús
vino para iluminar a todo el mundo. Al comienzo de su ministerio declaró cuál era
su misión: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar
buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los
oprimidos, a predicar el año agradable del Señor”.
Lucas 4:18, 19
.
Los ojos de Dios están sobre todas sus criaturas, él las ama a todas, y no
establece diferencia alguna entre el blanco y el negro; la única diferencia consiste
en tratar con especial y tierna compasión a los que tienen que soportar cargas más
pesadas que otros. Los que aman a Dios y creen en Cristo como su Redentor,
aunque tengan que hacer frente a las pruebas y a las dificultades que encuentran a
su paso, deben aceptar con un espíritu gozoso su vida tal como es, y considerar
que Dios ve todas estas cosas desde lo alto, y que por todo lo que el mundo deja de
proporcionarles, Dios mismo los resarcirá con sus favores escogidos.—
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