Página 103 - Servicio Cristiano (1981)

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El despertar
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El registro celestial
El mundo necesita misioneros, misioneros locales consagrados,
y nadie será registrado en los libros del cielo como cristiano si no
tiene un espíritu misionero.—
The Review and Herald, 23 de agosto
de 1892
.
Si los miembros de la iglesia no emprenden individualmente
esta obra, demuestran que no tienen relación viva con Dios. Su
nombre está registrado como el de siervos perezosos.—
Joyas de los
Testimonios 2:163
.
En todo movimiento religioso hay quienes, si bien no pueden
negar que la causa es de Dios, se mantienen apartados y se niegan a
hacer esfuerzo alguno para ayudar. Convendría a los tales recordar
lo anotado en el cielo, en el libro donde no hay omisiones ni errores,
y por el cual seremos juzgados. Allí se registra toda oportunidad de
servir a Dios que no se aprovechó; y allí también se recuerda para
siempre todo acto de fe y amor.—
La Historia de Profetas y Reyes,
472
.
En la mañana del 23 de octubre de 1879, a eso de las dos, el
Espíritu del Señor descansó sobre mí, y contemplé escenas del juicio
venidero... Diez mil veces diez millares estaban congregados delante
de un gran trono, sobre el cual estaba sentado’ un personaje de
majestuosa apariencia. Delante de él había varios libros y sobre las
tapas de cada uno de ellos estaba escrito en letras de oro semejantes
a llamas de fuego: “El libro mayor del cielo”. Uno de estos libros,
que contenía los nombres de los que aseveran creer en la verdad,
fué abierto entonces. Inmediatamente perdí de vista los incontables
millones que rodeaban el trono y mi atención se dedicó únicamente
a los que profesan ser hijos de la luz y la verdad. ...
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Se abrió otro libro en el cual estaban anotados los
pecados
de los
que profesan la verdad. Bajo el encabezamiento del egoísmo venían
todos los demás pecados. ... Una clase de personas estaba anotada
por haber estorbado la siembra. A medida que el ojo escrutador del
juez descansaba sobre ellos, se les revelaban distintamente sus peca-
dos y negligencia. Con labios pálidos y temblorosos reconocían que
habían traicionado su santo cometido. Habían recibido advertencias
y privilegios, pero no los habían escuchado ni aprovechado. Podían
ver ahora que habían presumido demasiado de la misericordia de