Página 109 - Servicio Cristiano (1981)

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El despertar
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auxi iadora a sus semejantes que perecen, provocan su justa ira.—
El
Deseado de Todas las Gentes, 753
.
He leído acerca de un hombre que, viajando en un día invernal
por sobre una capa de nieve profunda que se había acumulado, llegó
a entumecerse por el frío, el cual estaba quitándole casi impercepti-
blemente sus facultades vitales. Cuando estaba a punto de perecer
congelado, y dispuesto a abandonar la lucha por la vida, escuchó los
lamentos de un hermano que también viajaba, que se estaba murien-
do de frío, tal como le acontecía a él. Se despertó en él el deseo de
rescatarlo. Comenzó a frotar los helados miembros de aquel hombre
infortunado, y, después de considerable esfuerzo, consiguió que se
mantuviera en pie; pero como no podía permanecer de pie, lo tuvo
con simpatía en sus brazos al recorrer el camino que él pensó que no
lograría hacer solo. Y cuando hubo conducido a su hermano viajero
hasta un lugar de seguridad, se le hizo clara la verdad de que al salvar
a su semejante se había salvado también a sí mismo. Sus fervientes
esfuerzos por salvar a otra persona aceleraron el ritmo de la sangre
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que estaba congelándose en sus propias venas, y crearon un calor
saludable en las extremidades del cuerpo. Estas lecciones deben ser
inculcadas con fuerza en los creyentes jóvenes continuamente, no
sólo por precepto, sino también por ejemplo, para que en su expe-
riencia cristiana puedan alcanzar resultados similares.—
Testimonies
for the Church 4:319, 320
.
No debéis encerraros en vosotros mismos, y contentaros con
haber sido bendecidos con el conocimiento de la verdad. ¿Quién os
trajo la verdad a vosotros? ¿Quién os mostró la luz de la Palabra de
Dios? Dios no os ha encomendado su luz para que la coloquéis bajo
un almud. He leído acerca de una expedición enviada para rescatar a
Sir John Franklin. Hombres valientes dejaron sus hogares, y fueron
de aquí para allá en los mares del norte, sufriendo privaciones, ham-
bre, frío y angustias. ¿Y todo esto con qué propósito? Meramente
para conquistar el honor de haber descubierto los cadáveres de los
exploradores, o, si fuera posible, para rescatar a una parte del grupo
de una muerte terrible que con toda seguridad iba a ser su suerte, a
menos que la ayuda les alcanzara a tiempo. Si podían salvar aunque
fuera a un hombre de perecer, considerarían bien pagados sus sufri-
mientos. Esto se hizo a costa del sacrificio de toda su comodidad
y felicidad. Pensad en esto, y considerad cuán poco estamos dis-