Para entender mejor la palabra de Dios, ser obedientes, 27 de
abril
El corazón entendido busca la sabiduría; mas la boca de los necios se
alimenta de necedades.
Proverbios 15:14
.
Nadie puede investigar el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento en
el Espíritu de Cristo sin ser recompensado. “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados”, dice el Salvador, “y yo os haré descansar. Llevad mi yugo
[de obediencia] sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y
ligera mi carga!”
Mateo 11:28-30
. Ante usted está la invitación del gran Maestro.
¿Responderá voluntariamente a ella? Usted no puede acercarse, colocándose como
un estudiante a los pies de Cristo, sin que su mente se le ilumine y su corazón se
avive con una admiración pura y santa. Entonces dirá: “Bendito el que viene en el
nombre del Señor”.
Mateo 23:39
.
La desobediencia ha cerrado la puerta a una enorme cantidad de conocimientos
que podrían haberse obtenido de la Palabra de Dios. Entendimiento significa
obediencia a los mandamientos de Dios. Si los hombres y las mujeres hubieran
sido obedientes, habrían comprendido el plan del gobierno de Dios. El mundo
celestial habría abierto sus cámaras de gracia y de gloria para la exploración; los
seres humanos habrían sido totalmente diferentes de lo que son ahora, en su estado
físico, en el habla y en el canto, porque se habrían ennoblecido al explorar las
minas de la verdad. El misterio de la redención, la encarnación de Cristo y su
sacrificio expiatorio no habrían sido, como lo son ahora, asuntos vagos en nuestra
mente. Habrían sido no sólo mejor comprendidos, sino también muchísimo más
apreciados.
En la eternidad aprenderemos aquello que, de haber recibido la iluminación
que fue posible obtener aquí, habría abierto nuestro entendimiento. Los temas de
la redención llenarán el corazón, la mente y la lengua de los redimidos a través
de las edades eternas. Entenderán las verdades que Cristo anheló abrir ante sus
discípulos, pero que ellos no tenían fe para entender. Eternamente irán apareciendo
nuevas visiones de la perfección y la gloria de Cristo.—
The Review and Herald, 3
de julio de 1900
.
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