Página 171 - Ser Semejante a Jes

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Imitar a Jesús y su ética, 4 de junio
No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de
los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo
Jesús.
Filipenses 2:4, 5
.
La ética inculcada por el evangelio no reconoce otra norma sino la perfección
de la mente de Dios, de la voluntad de Dios. Dios requiere que sus criaturas se
conformen con su voluntad. La imperfección del carácter es pecado, y el pecado
es la transgresión de la ley. Todos los atributos correctos del carácter moran en
Cristo como un todo perfecto y armonioso. Todo el que recibe a Cristo como a su
Salvador personal tiene el privilegio de poseer esos atributos. Esa es la ciencia de
la santidad.
¡Cuán gloriosas son las posibilidades para la raza caída! Por medio de su Hijo,
Dios ha revelado la excelencia que los seres humanos son capaces de alcanzar. Por
medio de los méritos de Cristo, son elevados de su estado depravado, purificados y
hechos más preciosos que el oro de Ofir. Les resulta posible llegar a ser compañeros
de los ángeles en gloria y reflejar la imagen de Jesucristo, que brillará ante el
esplendor del trono eterno. Es su privilegio tener la fe que por medio del poder de
Cristo los haga inmortales. Sin embargo, ¡cuán pocas veces se dan cuenta de las
alturas que podrían alcanzar si permitieran que Dios guíe cada uno de sus pasos!
Dios permite que cada ser humano ejerza su individualidad. No desea que
ninguno sumerja su mente en la de otro mortal como él. Los que desean ser
transformados en mente y carácter no han de mirar a otros, sino al Ejemplo
divino...
Tenemos al que es todo y en todos como nuestro Ejemplo, el señalado entre
diez mil, cuya excelencia no tiene comparación. Generosamente adaptó su vida
para que todos la imiten. Unidos en Cristo se hallaron la riqueza y la pobreza, la
majestad y la humillación; el poder ilimitado y la mansedumbre y humildad que
se reflejarán en cada alma que lo reciba. En él, por medio de las capacidades y los
poderes de la mente humana, se reveló la sabiduría del Maestro más grande que el
mundo haya conocido.—
The Signs of the Times, 3 de septiembre de 1902
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