Para ganar almas, renunciar a la ganancia personal, 18 de
junio
Sé vivir humildemente, y sé tener en abundancia; en todo y por todo estoy
enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener en
abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece.
Filipenses 4:12, 13
.
En todo tiempo Satanás ha tratado de perjudicar los esfuerzos de los siervos
de Dios introduciendo en la iglesia un espíritu de fanatismo. Así era en los días
de Pablo, y así fue en los siglos ulteriores, durante el tiempo de la Reforma.
Wiclef, Lutero, y muchos otros que beneficiaron al mundo por su influencia y fe,
afrontaron los ardides por los cuales el enemigo procura arrastrar a un fanatismo
excesivamente celoso de las mentes desequilibradas y profanas.
Ciertas almas extraviadas han enseñado que la adquisición de la verdadera
santidad eleva la mente por encima de todo pensamiento terrenal e induce a los
hombres y a las mujeres a abstenerse enteramente del trabajo. Otros, interpretando
con extremismo cierto texto de la Escritura, han enseñado que es un pecado
trabajar, que los cristianos no debieran preocuparse de su bienestar temporal y
del de sus familias, sino que deberían dedicar sus días enteramente a las cosas
espirituales. La enseñanza y el ejemplo del apóstol Pablo son un reproche contra
semejantes conceptos erróneos...
Cuando Pablo visitó Corinto por primera vez, se encontró entre gente que
desconfiaba de los motivos de los extranjeros. Los griegos de la costa del mar
eran hábiles traficantes. Tanto tiempo habían seguido sus inescrupulosas prácticas
comerciales, que habían llegado a creer que la granjería era piedad, y que el
obtener dinero, fuera por medios limpios o sucios, era encomiable. Pablo estaba
familiarizado con sus características, y no quería darles ocasión para decir que
predicaba el evangelio con el fin de enriquecerse. Hubiera podido con justicia pedir
a sus oyentes corintios que lo sostuvieran; pero estaba dispuesto a renunciar a este
derecho, no fuera que su utilidad y el éxito como ministro fueran perjudicados
por la sospecha injusta de que predicaba el evangelio por ganancia. Trataba de
eliminar toda ocasión de ser mal interpretado, para que su mensaje no perdiera
fuerza.—
Los Hechos de los Apóstoles, 286, 287
.
[177]
181