Revelar amor mientras se hace los negocios de Dios, 21 de junio
Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista;
así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.
Eclesiastés 10:1
.
Me dirijo a mis hermanos y hermanas en la fe y los insto a cultivar la ternura
de corazón. Cualquiera sea su profesión o cargo, si abrigan el egoísmo y la codicia,
recibirán el desagrado del Señor. No conviertan la obra y la causa de Dios en una
excusa para tratar mezquinamente y con egoísmo a la gente, ni en las transacciones
comerciales que tiene que ver con su obra. Dios no aceptará ninguna suma que
sea llevada a su tesorería ganada mediante transacciones egoístas.
Cada acto que se relaciona con su obra debe soportar la inspección divina.
Cada transacción astuta, cada intento de obtener ventaja de una persona que se
encuentra sometida a la presión de las circunstancias, cada plan para comprar su
tierra o propiedad por una suma inferior a su valor, no serán aceptables a Dios,
aunque el dinero ganado sea presentado como ofrenda para su causa. El precio
de la sangre del Unigénito Hijo de Dios se ha pagado por cada ser humano, y es
necesario que se trate honrada y equitativamente con cada persona con el fin de
cumplir los principios de la ley de Dios...
Si un hermano que ha trabajado en forma desinteresada por la causa de Dios
se debilita y no puede cumplir con su tarea, no se lo despida ni se lo obligue a
componérselas lo mejor que pueda. Désele un salario adecuado para sostenerse,
porque recuerden que pertenece a la familia de Dios, y que ustedes son sus
hermanos y hermanas...—
Consejos sobre Mayordomía Cristiana, 151, 152
.
Se nos ordena que amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos.
Esta orden no es sencillamente para que amemos a los que piensan y creen
exactamente como pensamos y creemos nosotros. Cristo ilustró el significado de
este mandamiento por medio de la parábola del buen samaritano. Pero aunque
parezca mentira, cómo se descuidan estas palabras, y cuán frecuentemente la gente
oprime a sus semejantes y eleva su alma a la vanidad.—
The Review and Herald,
18 de diciembre de 1894
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