Página 289 - Ser Semejante a Jes

Basic HTML Version

Obreros consagrados pueden hacer una gran obra en poco
tiempo, 26 de septiembre
Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y
ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas
las cosas en común.
Hechos 4:32
.
El mundo necesita misioneros, misioneros locales consagrados, y nadie será
registrado en los libros del cielo como cristiano si no tiene un espíritu misionero.
Pero no podemos hacer nada sin energía santificada. Tan pronto como se pierde
el espíritu misionero del corazón, y el celo por la causa de Dios comienza a
languidecer, la carga de nuestros testimonios y planes son un clamor por prudencia
y economía, y comienza el descuido real de la obra misionera.
En vez de disminuir la obra, condúzcanse todas las juntas de tal manera que
se manifieste un propósito multiplicador para llevar adelante la gran obra de
amonestar al mundo, aunque pueda costar abnegación y sacrificio propio. Si cada
miembro de iglesia estuviera constantemente impresionado con este pensamiento:
“No soy mío, he sido comprado con precio”, todos sentirían que están bajo la
obligación más sagrada de mejorar cada habilidad dada por Dios, de duplicar su
utilidad, año tras año, y no tendrían excusa para la negligencia espiritual. Entonces
no habría falta de simpatía por el Maestro en la gran obra de salvar almas.
¿Quiénes hay entre nosotros que, teniendo percepción espiritual, pueden dis-
cernir el agitado conflicto que continúa en el mundo entre las fuerzas del bien y
del mal? ¿Entienden la naturaleza del gran conflicto entre Cristo, el Príncipe de la
vida, y Satanás, el príncipe de las tinieblas? ¿Se les presenta el conflicto lo mismo
que se presenta ante las inteligencias celestiales?
Oh, si todos los que profesan ser seguidores de Cristo fueran en verdad canales
vivos de luz para el mundo, imbuidos por el Espíritu de Dios, con corazones
llenos hasta rebosar con el mensaje del evangelio, con sus semblantes radiantes
con devoción a Dios y amor a los demás, ¡qué obra podría realizarse en un corto
tiempo! Los mensajeros de la verdad no hablarían con vacilación, incertidumbre,
sino con intrepidez y confianza. Sus palabras y el mismo tono de la voz producirían
la convicción en el corazón de los oyentes.—
The Review and Herald, 23 de agosto
de 1892
.
[277]
285