Página 290 - Ser Semejante a Jes

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Los obreros deben revelar el espíritu de Jesús, 27 de
septiembre
La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de
las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.
Romanos 13:12
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Después de que se han hecho los esfuerzos más fervorosos para presentar
la verdad ante aquellos a los que Dios ha confiado grandes responsabilidades,
no se desanimen si la rechazan. La verdad fue rechazada en los días de Cristo.
Estén seguros de mantener la dignidad de la obra con planes bien ordenados y una
conversación piadosa.
Nunca teman levantar el estandarte demasiado alto. Las familias que se dedican
a la obra misionera debieran acercarse a los corazones. El espíritu de Jesús
debiera empapar el alma del obrero. Son las palabras agradables y de simpatía,
la manifestación de amor desinteresado por su alma, lo que romperá las barreras
del orgullo y del egoísmo y mostrará a los incrédulos que poseemos el amor de
Cristo; y entonces la verdad se abrirá camino al corazón. En esto consiste nuestra
obra y el cumplimiento del plan de Dios.
Debemos poner de lado toda vulgaridad y aspereza. Debemos estimular la
cortesía, el refinamiento y la urbanidad cristiana. Guárdense de ser bruscos y
descorteses. No consideren esas peculiaridades como virtudes, porque Dios no las
considera así. Esfuércense por no ofender innecesariamente a los que no son de
nuestra fe. Nunca hagan, cuando no sea necesario, que los rasgos más objetables
de nuestra fe se destaquen de manera prominente. El seguir un curso así, es sólo
hacer un daño a la causa.
Todos deben buscar el tener la influencia suavizadora y subyugadora del
Espíritu de Dios en el corazón: una ternura y un amor por las almas semejantes
al de Cristo. Los que son enviados para trabajar juntos, deben abandonar sus
nociones particulares y sus ideas preconcebidas, y tratar de trabajar juntos, con el
corazón y el alma, para realizar la voluntad de Dios. Deben planear trabajar en
armonía con el fin de trabajar para sacar provecho.
Necesitamos más, mucho más, del Espíritu de Cristo, y menos, mucho menos,
del yo y de las peculiaridades de carácter que colocan una pared que nos mantiene
separados de nuestros semejantes. Podemos hacer mucho para quebrantar esas
barreras, mostrando las gracias de Cristo en nuestra vida. Jesús ha estado confiando
sus bienes a la iglesia, siglo tras siglo. Una generación tras otra durante siglos
ha estado recogiendo la cantidad cada vez mayor de luz y verdad hasta que
las crecientes responsabilidades han pasado a nuestro tiempo... Queremos estar
vestidos, no con nuestras propias ropas, sino con toda la armadura de la justicia
de Cristo.—
The Atlantic Canvasser, 18 de diciembre de 1890
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