Los estimulantes producen finalmente malos resultados, 19 de
octubre
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es
Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podáis resistir, sino que
dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis
soportar.
1 Corintios 10:13
.
Como pueblo, a pesar de que profesamos practicar la reforma pro salud,
comemos demasiado. La complacencia del apetito es la causa más importante
de la debilidad física y mental, y es el cimiento de la flaqueza que se nota por
doquiera.
La intemperancia comienza en nuestras mesas, por causa del consumo de
alimentos malsanos. Después de un tiempo, por causa de la complacencia continua
del apetito, los órganos digestivos se debilitan y el alimento ingerido no satisface.
Se establecen condiciones malsanas y se anhela ingerir alimentos más estimulantes.
El té, el café y la carne producen un efecto inmediato. Bajo la influencia de estos
venenos, el sistema nervioso se excita y, en algunos casos, el intelecto parece
vigorizado momentáneamente y la imaginación resulta más vívida. Por el hecho
de que estos estimulantes producen resultados pasajeros tan agradables, muchos
piensan que los necesitan realmente, y continúan consumiéndolos.
Pero siempre hay una reacción. El sistema nervioso, habiendo sido estimulado
indebidamente, obtuvo fuerzas de las reservas para su empleo inmediato. Todo este
pasajero fortalecimiento del organismo va seguido de una depresión. En la misma
proporción en que estos estimulantes vigorizan temporalmente el organismo, se
producirá una pérdida de fuerzas de los órganos excitados después que pase el
estímulo. El apetito se acostumbra a desear algo más fuerte, lo cual tenderá a
aumentar la sensación agradable, hasta que satisfacerlo llega a ser un hábito y de
continuo se desean estimulantes más fuertes, como el tabaco, los vinos y licores...
El principal motivo que tuvo Cristo para soportar aquel largo ayuno en el
desierto fue enseñarnos la necesidad de la abnegación y la temperancia. Esta obra
debe comenzar en nuestra mesa, y debe llevarse estrictamente a cabo en todas las
circunstancias de la vida. El Redentor del mundo vino del cielo para ayudarnos en
nuestras debilidades, para que, con el poder que Jesús vino a traernos, logremos
fortalecernos para vencer el apetito y la pasión, y podamos ser vencedores en
todo.—
Joyas de los Testimonios 1:417-419
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