Memorizar las escrituras, preparándonos para el futuro, 22 de
noviembre
Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que
persevere hasta el fin, éste será salvo.
Marcos 13:13
.
Los siervos de Cristo no habían de preparar discurso alguno para pronunciarlo
cuando fuesen llevados a juicio. Debían hacer su preparación día tras día al atesorar
las preciosas verdades de la Palabra de Dios, y al fortalecer su fe por medio de la
oración. Cuando fuesen llevados a juicio, el Espíritu Santo les haría recordar las
verdades que necesitasen.
Un esfuerzo diario y ferviente para conocer a Dios, y a Jesucristo a quien él
envió, iba a impartir poder y eficiencia al alma. El conocimiento obtenido a través
del escrutinio diligente de las Escrituras iba a cruzar como un rayo en la memoria
al debido momento. Pero si algunos hubiesen descuidado el familiarizarse con las
palabras de Cristo y nunca hubiesen probado el poder de su gracia en la dificultad,
no podrían esperar que el Espíritu Santo les hiciese recordar sus palabras. Habían
de servir a Dios diariamente con afecto indiviso y luego confiar en él.
Tan acérrima sería la enemistad hacia el evangelio, que aun los vínculos
terrenales más tiernos serían pisoteados. Los discípulos de Cristo serían entregados
a la muerte por parte de los miembros de sus propias familias... Pero él les ordenó
no exponerse innecesariamente a la persecución. Con frecuencia, él mismo dejaba
un campo de labor para ir a otro, con el fin de escapar a los que estaban buscando
su vida. Cuando fue rechazado en Nazaret y sus propios conciudadanos trataron de
matarlo, se fue a Capernaum, y allí la gente se asombró de su enseñanza; “porque
su palabra era con autoridad”.
Lucas 4:32
. Asimismo, sus siervos no debían
desanimarse por causa de la persecución, sino buscar un lugar donde pudiesen
seguir trabajando por la salvación de las almas.
El siervo no es superior a su señor. El Príncipe del cielo fue llamado Belcebú, y
de la misma manera sus discípulos serán calumniados. Pero cualquiera que sea el
peligro, los que siguen a Cristo deben confesar sus principios. Deben despreciar el
ocultamiento. No pueden dejar de darse a conocer hasta que estén seguros de que
pueden confesar la verdad sin riesgo. Son puestos como centinelas, para advertir a
hombres y a mujeres de su peligro. La verdad recibida de Cristo debe ser impartida
a todos, libre y abiertamente.—
El Deseado de Todas las Gentes, 321, 322
.
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