Orar con humildad de corazón, 30 de enero
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué
hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Romanos 8:26
.
La oración es aceptable a Dios sólo cuando se ofrece con humildad y contri-
ción, y en el nombre de Cristo. El que escucha y contesta la oración conoce a los
que oran con humildad de corazón. Los cristianos verdaderos no piden nada sino
en el nombre de Cristo, y no esperan nada sino a través de su mediación. Desean
que Cristo tenga la gloria de presentar sus oraciones al Padre, y están dispuestos a
recibir la bendición de Dios por medio de Cristo.
El Espíritu de Dios tiene mucho que ver con la oración aceptable. Ablanda el
corazón; ilumina la mente, capacitándola para discernir sus propias necesidades;
aviva nuestros deseos, haciéndonos tener hambre y sed de justicia; intercede en
favor de los suplicantes sinceros...
Los seres humanos deben acercarse a Dios, dándose cuenta de que deben tener
la ayuda que sólo Dios puede dar. Es la gloria de Dios ser conocido como el que
oye la oración, porque el suplicante humano cree que la escuchará y contestará...
La oración de fe es la llave que abre los tesoros del cielo. Al encomendar
nuestra alma a Dios, recordemos que él mismo se hace responsable de escuchar y
contestar nuestras súplicas. Nos invita a ir a él, y nos imparte sus mejores y más
selectos dones; dones que suplirán nuestra gran necesidad. A él le gusta ayudarnos.
Confiemos en su sabiduría y en su poder. ¡Oh, qué fe tendríamos! ¡Qué paz y
consuelo gozaríamos! Abra su corazón al Espíritu de Dios. Entonces el Señor
obrará por medio de usted y bendecirá sus trabajos...
¿No nos humillaremos ante Dios en favor de quienes aparentemente tienen
poca vida espiritual? ¿No fijaremos temporadas de oración por ellos? ¿No ora-
remos cada día por los que parecen estar muertos en delitos y pecados? Cuando
suplicamos a Dios para que quebrante los corazones de piedra, nuestro cora-
zón llegará a ser más sensible. Seremos más rápidos para ver nuestro propio
pecado.—
Manuscript Releases, 195-197
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