Página 62 - Ser Semejante a Jes

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Incluso la naturaleza obedece las leyes divinas, 21 de febrero
Y los hombres se maravillaron diciendo: ¿Qué hombre es este, que aun los
vientos y el mar le obedecen?
Mateo 8:27
.
El Salvador estaba cansado de sus largas y arduas labores, y al quedar por un
momento aliviado de la presión de la multitud, se acostó en las duras tablas del
barco de pescadores, y se quedó dormido. Poco después, el tiempo, que había sido
tranquilo y placentero, cambió. Las nubes cubrieron misteriosamente el cielo, y
una violenta tempestad, tal como la que ocurría frecuentemente por aquellos lados,
estalló sobre el lago. El sol se había puesto y la negrura de la noche se asentó
sobre las aguas. Las olas airadas se arrojaban contra el barco, amenazando a cada
momento con hundirlo. Primero, lanzado sobre la cresta de una ola, y después
sumergido repentinamente en la parte más baja del lago, el barco era el juguete
de la tempestad... Los fuerte y valientes pescadores... no sabían qué hacer en ese
vendaval tan terrible...
“Maestro, Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?”
Marcos 4:38
... Este
clamor desesperado despertó a Jesús de su sueño refrescante... En su divina ma-
jestad se levantó en el humilde barco de los pescadores, en medio de la furiosa
tempestad, las olas rompiendo sobre la proa y el vivo resplandor del relámpa-
go iluminando su rostro tranquilo e intrépido. Levantó la mano, tan a menudo
empleada en actos de misericordia, y dijo al mar airado: “Calla, enmudece”. La
tempestad cesó, las tremendas olas reposaron. Se disiparon las nubes, y las estre-
llas volvieron a resplandecer. El barco descansaba inmóvil sobre un mar sereno.
Entonces, volviéndose a sus discípulos, Jesús los reprendió...: “¿Por qué estáis así
amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”
Marcos 4:40
. Un silencio repentino cayó
sobre los discípulos. No se habló una palabra. Ni siquiera el impulsivo Pedro
intentó expresar el temor reverencial que llenaba su corazón. Los barcos que
habían salido para acompañar a Jesús, se habían visto en el mismo peligro que el
de los discípulos. El terror y finalmente la desesperación se habían apoderado de
sus ocupantes; pero la orden de Jesús había traído calma donde un momento antes
había tumulto. Quedó aliviado todo temor, porque había pasado el peligro. La
furia de la tempestad había arrojado los barcos muy cerca unos de otros, y todos
los que estaban a bordo de ellos habían presenciado el milagro de Jesús. En el
silencio que siguió a la quietud de la tempestad, murmuraban entre sí: “¿Quién
es este, que aun el viento y el mar le obedecen?”
Marcos 4:41
. Nunca olvidaron
esta escena impresionante los que fueron testigos de ella.—
The Spirit of Prophecy
2:307-309
. Ver
El Deseado de Todas las Gentes, 301, 302
.
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