Página 63 - Ser Semejante a Jes

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Obedecer a Dios, la autoridad suprema, 22 de febrero
Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios
antes que a los hombres.
Hechos 5:29
.
El principio que los discípulos sostuvieron valientemente cuando, en respuesta
a la orden de no hablar más en el nombre de Jesús, declararon: “Juzgad si es
justo delante de Dios obedecer antes a vosotros que a Dios”, es el mismo que
los adherentes al evangelio lucharon por mantener en los días de la Reforma.
Cuando en 1529 los príncipes alemanes se reunieron en la Dieta de Espira, se
presentó allí el decreto del emperador que restringía la libertad religiosa, y que
prohibía toda diseminación ulterior de las doctrinas reformadas. Parecía que toda
la esperanza del mundo estaba a punto de ser destrozada. ¿Iban a aceptar los
príncipes el decreto? ¿Debía privarse de la luz del evangelio a las multitudes que
estaban todavía en las tinieblas? Importantes intereses para el mundo estaban
en peligro. Los que habían aceptado la fe reformada se reunieron, y su unánime
decisión fue: “Rechacemos este decreto. En asuntos de conciencia, la mayoría no
tiene autoridad”.—Ver D’Aubigné,
History of the Reformation, libro 13, cap. 5
.
En nuestros días debemos sostener firmemente este principio. El estandarte
de la verdad y la libertad religiosa, sostenido en alto por los fundadores de la
iglesia evangélica y por los testigos de Dios durante los siglos que desde entonces
han pasado, ha sido, para este último conflicto, confiado a nuestras manos. La
responsabilidad de este gran don descansa sobre aquellos a quienes Dios ha
bendecido con un conocimiento de su Palabra. Hemos de recibir esta Palabra
como autoridad suprema. Hemos de reconocer los gobiernos humanos como
instituciones ordenadas por Dios mismo, y enseñar la obediencia a ellos como un
deber sagrado, dentro de su legítima esfera. Pero cuando sus demandas estén en
pugna con las de Dios, hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres. La
palabra de Dios debe ser reconocida sobre toda otra legislación humana. Un “Así
dice Jehová” no ha de ser puesto a un lado por un “Así dice la Iglesia” o un “Así
dice el Estado”. La corona de Cristo ha de ser elevada por sobre las diademas de
los potentados terrenales...
No debemos decir ni hacer ninguna cosa que pudiera cerrarnos innecesa-
riamente el camino. Debemos avanzar en el nombre de Cristo, defendiendo las
verdades que se nos encomendaron. Si otros nos prohíben hacer esta obra, en-
tonces podemos decir, como los apóstoles... “No podemos dejar de decir lo que
hemos visto y oído”.
Hechos 4:20
.—
Los Hechos de los Apóstoles, 57, 58
.
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