Página 64 - Ser Semejante a Jes

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Hacer atractiva la obediencia, 23 de febrero
He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la
bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os
prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová
vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy.
Deuteronomio 11:26-28
.
Los hombres y las mujeres no deben atreverse a poner a un lado la gran norma
moral de Dios y erigir una norma de acuerdo con su propio juicio finito. Debido a
que se están midiendo entre ellos mismos, y viviendo de acuerdo con su propia
norma, es por lo que abunda la iniquidad y se enfría el amor de muchos. Se
muestra desprecio por la ley de Dios, y por causa de esto muchos se atreven a
transgredirla, y aun quienes han tenido la luz de la verdad están vacilando en su
lealtad a la ley de Dios. ¿Los barrerá hacia la perdición la corriente del mal que se
está imponiendo tan fuertemente? ¿O, con valor y fidelidad, rechazarán la marea y
mantendrán su lealtad a Dios en medio del mal prevaleciente?...
Los que profesan servir a Dios deben emprender la obra de aliviar a los
oprimidos. Deben llevar el fruto del buen árbol. Los que verdaderamente son
de Cristo, no serán causa de opresión ni en el hogar ni en la iglesia. Los padres
que están siguiendo al Señor enseñarán diligentemente a sus hijos los estatutos
y mandamientos de Dios, pero no lo harán de tal manera que el servicio de Dios
llegue a ser repulsivo para sus hijos. Cuando los padres amen a Dios con todo su
corazón, la verdad tal como está en Jesús será practicada y enseñada en el hogar...
Debemos examinarnos a nosotros mismos íntimamente... Debemos suplicar a
Dios que nos dé colirio espiritual, para poder discernir nuestros errores y entender
nuestros defectos de carácter. Si hemos sido críticos y condenatorios, llenos de
crítica, hablando de dudas y oscuridad, tenemos que hacer una obra de arrepenti-
miento y reforma. Debemos caminar en la luz, y hablar palabras que traigan paz
y felicidad. Jesús debe morar en el alma. Y donde él está, en vez de lobreguez,
murmuración y quejas habrá fragancia de carácter.—
The Review and Herald, 12
de junio de 1894
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