Página 69 - Ser Semejante a Jes

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La santificación genuina entraña obediencia, 28 de febrero
Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo
de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el
mal.
Romanos 16:19
.
Adán y Eva osaron transgredir los requerimientos del Señor, y los terribles
resultados de su pecado deben ser una amonestación para nosotros acerca de
no seguir su ejemplo de desobediencia. Cristo oró por sus discípulos con estas
palabras: “Santifícalos en tu verdad, tu Palabra es verdad”.
Juan 17:17
. No hay
santificación genuina sino por medio de la obediencia a la verdad. Los que aman a
Dios con todo el corazón amarán también todos sus mandamientos. El corazón
santificado está en armonía con los preceptos de la ley de Dios, porque son santos,
justos y buenos.
El carácter de Dios no ha cambiado. Él es el mismo Dios celoso como lo fue
cuando dio su ley sobre el Sinaí, y la escribió con su propio dedo sobre las tablas
de piedra. Los que pisotean la santa ley de Dios pueden decir: “Estoy santificado”;
pero el ser verdaderamente santificado y pretender tener la santificación son dos
cosas diferentes.
El Nuevo Testamento no ha cambiado la ley de Dios. El carácter sagrado del
sábado del cuarto mandamiento está tan firmemente establecido como el trono
de Jehová. Juan escribió: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la
ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar
nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no
peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”.
1 Juan 3:4-6
.
Estamos autorizados a tener la misma apreciación que tuvo el amado discípulo
hacia quienes pretenden permanecer en Cristo y ser santificados mientras viven en
la transgresión de la ley de Dios. Él se encontró con la misma clase de personas
que nosotros. Dijo: “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como
él es justo. El que práctica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el
principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”.
1 Juan 3:7, 8
. Aquí el apóstol habla en términos claros al considerar el tema.
Las epístolas de Juan están saturadas de un espíritu de amor. Pero cuando
él se enfrenta con esa clase de personas que quebrantan la ley de Dios y sin
embargo pretenden estar viviendo sin pecado, no vacila en amonestarlos acerca de
su terrible engaño.—
1 Juan 1:6-10
.
La edificación del carácter y la formación de
la personalidad, 87-89
.
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