Página 103 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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La tierra renovada
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del mal ofrecerá oportunidad a la tentación. No hay allí tentador ni
posibilidad de injusticia. Todos los caracteres han resistido la prueba
del mal, y han dejado de ser susceptibles a su poder.—
La Educación,
291, 292
.
No habrá mar
—El mar separa a los amigos; es una barrera
entre nosotros y aquellos a quienes amamos. Nuestras relaciones son
interrumpidas por el ancho e insondable océano. En la tierra nueva
no habrá mar ni lugar por donde “andará galera de remos”. En lo
pasado muchos que han amado y servido a Dios estuvieron atados
a sus asientos en las galeras, obligados a servir a los propósitos de
hombres crueles y despiadados. El Señor contempló su sufrimiento
con simpatía y compasión. Gracias a Dios, en la tierra renovada no
habrá torrentes impetuosos, ni profundos océanos, ni murmurantes
olas que se mueven sin cesar.—
Maranata: El Senor Viene, 349
.
[133]
No más lágrimas o funerales
—Cuando entremos en el reino
de Dios para pasar allí la eternidad, las pruebas, las dificultades y
las perplejidades que tuvimos, se hundirán en la insignificancia.
En el hogar de los redimidos no habrá lágrimas, ni cortejos
fúnebres, ni indicios de luto. “No dirá el morador: Estoy enfermo: al
pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad”.
Isaías 33:24
.
Nos invadirá una grandiosa ola de felicidad que irá ahondándose
a medida que transcurra la eternidad... Penetre nuestra fe a través
de toda nube de tinieblas, y contemplemos a Aquel que murió por
los pecados del mundo. Abrió las puertas del paraíso para todos los
que reciban y crean en él. Les da la potestad de llegar a ser hijos e
hijas de Dios. Permitamos que las aflicciones que tanto nos apenan y
agravian sean lecciones instructivas, que nos enseñen a avanzar hacia
la meta del premio de nuestra alta vocación en Cristo. Sintámonos
alentados por el pensamiento de que el Señor vendrá pronto. Alegre
nuestro corazón esta esperanza...
Vamos hacia la patria. El que nos amó al punto de morir por
nosotros, nos ha edificado una ciudad. La Nueva Jerusalén es nuestro
lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Nunca
más se oirá el llanto ni la endecha de las esperanzas destrozadas y de
los afectos tronchados. Pronto las vestiduras de pesar se trocarán por
el manto de bodas. Pronto presenciaremos la coronación de nuestro
Rey. Aquellos cuya vida quedó escondida con Cristo, aquellos que
en esta tierra pelearon la buena batalla de la fe, resplandecerán con