Página 25 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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La liberación del pueblo de Dios
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cuadruplicado por el contraste con la oscuridad. Significa esperanza
y júbilo para los fieles, pero severidad para los transgresores de la
ley de Dios. Los que todo lo sacrificaron por Cristo están entonces
seguros, como escondidos en los pliegues del pabellón de Dios.
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Fueron probados, y ante el mundo y los despreciadores de la verdad
demostraron su fidelidad a Aquel que murió por ellos. Un cambio
maravilloso se ha realizado en aquellos que conservaron su inte-
gridad ante la misma muerte. Han sido librados como por ensalmo
de la sombría y terrible tiranía de los hombres vueltos demonios.
Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos de ansiedad y tan
macilentos, brillan ahora de admiración, fe y amor. Sus voces se
elevan en canto triunfal: “Dios es nuestro refugio y fortaleza; socorro
muy bien experimentado en las angustias. Por tanto no temeremos
aunque la tierra sea conmovida, y aunque las montañas se trasladen
al centro de los mares; aunque bramen y se turben sus aguas, aunque
tiemblen las montañas a causa de su bravura”.
Salmos 46:1-3 (VM)
.
Mientras estas palabras de santa confianza se elevan hacia Dios,
las nubes se retiran, y el cielo estrellado brilla con esplendor indes-
criptible en contraste con el firmamento negro y severo en ambos
lados. La magnificencia de la ciudad celestial rebosa por las puertas
entreabiertas. Entonces aparece en el cielo una mano que sostiene
dos tablas de piedra puestas una sobre otra. El profeta dice: “De-
nunciarán los cielos su justicia; porque Dios es el juez”.
Salmos
50:6
. Esta ley santa, justicia de Dios, que entre truenos y llamas fue
proclamada desde el Sinaí como guía de la vida, se revela ahora
a los hombres como norma del juicio. La mano abre las tablas en
las cuales se ven los preceptos del Decálogo inscritos como con
letras de fuego. Las palabras son tan distintas que todos pueden
leerlas. La memoria se despierta, las tinieblas de la superstición y
de la herejía desaparecen de todos los espíritus, y las diez palabras
de Dios, breves, inteligibles y llenas de autoridad, se presentan a la
vista de todos los habitantes de la tierra.—
El Conflicto de los Siglos,
696, 697
.
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Dios le dice a su pueblo el día y la hora de la venida de Je-
sús
—Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la
hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno.
Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más
estrepitosos truenos. El Israel de Dios escucha con los ojos elevados