Página 43 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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Capítulo 6—Nuestra herencia eterna
Herencia inmortal
—El lenguaje humano no alcanza a expresar
el valor de la herencia inmortal. La gloria, las riquezas y el honor
ofrecidos por el Hijo de Dios son de valor tan infinito, que está más
allá de la capacidad del hombre y aun de los ángeles el dar una
idea justa de su dignidad, su excelencia y su magnificencia. Si los
hombres sumergidos en el pecado y la degradación rehusan estos
beneficios celestiales, rehusan participar de una vida de obediencia,
pisotean las invitaciones llenas de gracia y misericordia, y escogen
las miserables cosas de la tierra porque son visibles, y porque re-
sulta conveniente para obtener placer temporal seguir una conducta
pecaminosa, Jesús pondrá en práctica la ilustración de la parábola:
los tales no gustarán de su gloria; pero la invitación se extenderá a
otra clase de gente.—
Testimonios para la Iglesia 2:38
.
Herederos al fin
—El pueblo de Dios no puede recibir el reino
antes que se realice el advenimiento personal de Cristo... En su
estado presente el hombre es mortal, corruptible; pero el reino de
Dios será incorruptible y sempiterno. Por lo tanto, en su estado
presente el hombre no puede entrar en el reino de Dios. Pero cuando
venga Jesús, concederá la inmortalidad a su pueblo; y luego los
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llamará a poseer el reino, del que hasta aquí sólo han sido presuntos
herederos.—
Hijos e Hijas de Dios, 359
.
Seguro de vida eterna
—Mediante la obra del Espíritu Santo
Dios realiza un cambio moral en las vidas de los que componen
su pueblo, transformándolos a la semejanza de Cristo. Entonces,
cuando el sonido de la trompeta final llegue a los oídos de los que
duermen en Cristo, saldrán a nueva vida, revestidos con el ropaje de
salvación. Entrarán por las puertas de la ciudad de Dios y recibirán
la bienvenida a la felicidad y el gozo de su Señor. Quiera Dios que
todos podamos comprender y tener en cuenta los goces que esperan
a los que mantienen sus ojos sobre el modelo, Cristo Jesús, y buscan
en esta vida formar un carácter semejante al suyo.
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