Nuestra herencia eterna
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que donde yo estoy, vosotros también estéis”.
Juan 14:1-3
.—
Cada
Día con Dios, 202
.
Coronas para los fieles
—Cuando el Señor recoja sus joyas, los
veraces, santos y honrados serán mirados con placer. Los ángeles se
ocupan en confeccionar coronas para los tales, y sobre esas coronas
adornadas de estrellas, se reflejará con esplendor la luz que irradia
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del trono de Dios.
Hablad de las cosas celestiales. Hablad de Jesús, de su piedad y
su gloria y de su amor imperecedero por vosotros, y permitid que
de vuestro corazón mane amor y gratitud hacia él, que murió para
salvaros. ¡Oh, estad listos para encontrar a vuestro Señor en paz!
Los que estén preparados recibirán pronto una corona inmarcesible
de vida, y morarán eternamente en el reino de Dios, con Cristo, con
los ángeles, y con los que han sido redimidos por la preciosa sangre
de Cristo.
Se coloca... una corona de gloria sobre los que esperan, aman y
anhelan la aparición del Salvador. Los que esperan son los que serán
coronados de gloria, honor e inmortalidad. No necesitáis hablar...
de los honores del mundo, o de las alabanzas de los que el mundo
considera grandes. Todo ello es vanidad. Si el dedo de Dios simple-
mente los tocara, pronto volverían al polvo nuevamente. Anhelo el
honor permanente, inmortal, que nunca perecerá; una corona mucho
más rica que cualquiera de las que jamás hayan honrado las sienes
de un monarca.
En aquel día los redimidos resplandecerán con la gloria del Padre
y la de su Hijo. Los ángeles del cielo, mientras pulsan sus arpas de
oro, darán la bienvenida al Rey y a los que constituyen los trofeos
de su victoria, los que han sido lavados y emblanquecidos con la
sangre del Cordero. Brotará un himno de triunfo que llenará todo el
cielo. Cristo ha vencido. Entra en los atrios celestiales acompañado
por sus redimidos, que constituyen el testimonio de que su misión
de sufrimiento y abnegación no ha sido en vano.
Vi un gran número de ángeles que traían de la ciudad gloriosas
coronas: Una corona para cada santo, con su nombre escrito. A
medida que Jesús requería las coronas, los ángeles se las presentaban,
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y con su propia mano derecha el amante Jesús colocaba las coronas
sobre las cabezas de sus santos. De la misma manera los ángeles
trajeron las arpas, y Jesús las presentó también a los santos. Los