Página 46 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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La Segunda Venida y el Cielo
ángeles que dirigían dieron el tono primeramente, y luego toda voz
se elevó en alabanza agradecida y feliz, y toda mano se deslizó
diestramente sobre las cuerdas de las arpas, arrancando melodiosa
música en ricos y perfectos acentos...
En la ciudad había todo lo que podía alegrar los ojos. Por todas
partes vieron abundante gloria. Entonces Jesús miró hacia sus santos
redimidos; sus rostros estaban radiantes de gloria; y a medida que
fijaba en ellos sus ojos amorosos, dijo, con voz exquisita y musical:
“Veo el trabajo de mi alma y estoy satisfecho. Esta abundante gloria
es vuestra, para que la gocéis eternamente. Vuestras tristezas han
terminado. Ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni
dolor”...
Vi entonces a Jesús conduciendo a su pueblo hacia el árbol de
la vida... En el árbol de la vida había hermosos frutos, de los cuales
los santos podían participar libremente. En la ciudad había un trono
muy glorioso, del cual procedía un río puro de agua de la vida,
transparente como cristal. A cada lado de ese río estaba el árbol
de la vida, y sobre las orillas del río había otros árboles hermosos,
cargados de frutos...
El lenguaje humano es completamente inadecuado para intentar
una descripción del cielo. Cuando la escena se presenta ante mí,
quedo pasmada de asombro. Arrebatada por ese supremo esplendor y
esa excelente gloria, dejo la pluma y exclamo: “¡Oh, qué amor! ¡Qué
maravilloso amor!” El lenguaje más exaltado no puede describir la
gloria del cielo, ni las incomparables profundidades del amor de un
Salvador.—
Maranata: El Senor Viene, 307, 308
.
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Preciosas túnicas y coronas gloriosas
—Los herederos de Dios
han venido de buhardillas, chozas, cárceles, cadalsos, montañas, de-
siertos, cuevas de la tierra, y de las cavernas del mar. Ya no seguirán
siendo débiles, afligidos, dispersos y oprimidos. De aquí en adelante
estarán siempre con el Señor. Están ante el trono, más ricamente
vestidos que jamás lo fueron los personajes más honrados de la tie-
rra. Están coronados con diademas más gloriosas que las que jamás
ciñeron los monarcas de la tierra. Pasaron para siempre los días de
sufrimiento y llanto. El Rey de gloria ha secado las lágrimas de todos
los semblantes; toda causa de pesar ha sido alejada. Mientras agitan
las palmas, dejan oír un canto de alabanza, claro, dulce y armonioso;