Página 48 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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Capítulo 7—Una atmósfera celestial
El verano del cristiano
—Esta tierra es el lugar de preparación
para el cielo. El tiempo que se pasa aquí es el invierno del cristiano.
Aquí los helados vientos de la aflicción soplan sobre nosotros y nos
asaltan las olas de la angustia; pero en el cercano futuro, cuando
Cristo venga, la tristeza y el gemido habrán terminado para siempre.
Entonces será el verano del cristiano. Todas las pruebas terminarán y
no habrá más enfermedad ni muerte. “Enjugará Dios toda lágrima de
los ojos de ellos; y ya no habrá llanto, ni clamor, ni dolor; porque las
primeras cosas pasaron”.—
Comentario Bíblico Adventista 7:999
.
De las pruebas no habrá memoria
—Procuramos recordar las
pruebas más graves por las que habíamos pasado, pero resultaban
tan insignificantes frente al incomparable y eterno peso de gloria
que nos rodeaba, que no pudimos referirlas y todos exclamamos:
“¡Aleluya! Muy poco nos ha costado el cielo”. Pulsamos enton-
ces nuestras áureas arpas cuyos ecos resonaron en las bóvedas del
cielo.—
Primeros Escritos, 17
.
Una familia feliz
—Las naciones de los salvos no conocerán
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otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia feliz y
unida, ataviada con las vestiduras de alabanza y agradecimiento. Al
presenciar la escena, las estrellas de la mañana cantarán juntas, y
los hijos de los hombres aclamarán de gozo, mientras Dios y Cristo
se unirán para proclamar: No habrá más pecado ni muerte.—
La
Historia de Profetas y Reyes, 541
.
La realidad, infinitamente mayor de lo esperado
—Cristo
aceptó la humanidad y vivió en esta tierra una vida pura y san-
tificada. Por esta razón ha recibido la designación de Juez. El que
ocupa la posición de juez es Dios manifestado en la carne. Qué gozo
será reconocer en él a nuestro Maestro y Redentor, llevando aún las
marcas de la crucifixión, de las que salen rayos de gloria, lo que dará
un valor adicional a las coronas que los redimidos recibirán de sus
manos, las mismas manos que se extendieron para bendecir a sus
discípulos cuando él ascendió. La misma voz que dijo: “He aquí yo
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