Página 51 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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Una atmósfera celestial
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disciplina cabal distinguen los movimientos de la hueste angélica.
El éxito sólo puede acompañar al orden y a la acción armónica. Dios
exige orden y sistema en su obra en nuestros días tanto como los
exigía en los días de Israel. Todos los que trabajan para él han de
actuar con inteligencia, no en forma negligente o al azar. Él quiere
que su obra se haga con fe y exactitud, para que pueda poner sobre
ella el sello de su aprobación.—
Historia de los Patriarcas y Profetas,
393
.
Igualdad completa
—Los principios egoístas ejercidos en la
tierra no son los principios que prevalecerán en el cielo. Todos los
hombres están en un plano de igualdad en el cielo.—
Consejos Sobre
Mayordomía Cristiana, 139
.
Se promete descanso
—Dios quiere que todos trabajen. La ata-
reada bestia de carga responde mejor a los propósitos de su creación
que el hombre indolente. Dios trabaja constantemente. Los ángeles
trabajan; son ministros de Dios para los hijos de los hombres. Los
que esperan un cielo de inactividad quedarán chasqueados; porque
en la economía del cielo no hay lugar para la satisfacción de la
indolencia. Pero se promete descanso a los cansados y cargados. El
siervo fiel es el que recibirá la bienvenida al pasar de sus labores al
gozo de su Señor. Depondrá su armadura con regocijo, y olvidará
el fragor de la batalla en el glorioso descanso preparado para los
que venzan por la cruz del Calvario.—
Consejos para los Maestros
Padres y Alumnos, 267
.
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Reina un espíritu de amor puro. El hombre, en su estado de
inocencia, gozaba de completa comunión con Aquel “en quien es-
tán escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”.
Colosenses 2:3
. Mas después de su caída, no pudo encontrar gozo
en la santidad y procuró ocultarse de la presencia de Dios. Y tal
es aún la condición del corazón no renovado. No está en armonía
con Dios, ni encuentra gozo en la comunión con él. El pecador no
podría ser feliz en la presencia de Dios; le desagradaría la compañía
de los seres santos. Y si se le pudiese permitir entrar en el cielo, no
hallaría alegría en aquel lugar. El espíritu de amor puro que reina allí
donde responde cada corazón al corazón del Amor Infinito, no haría
vibrar en su alma cuerda alguna de simpatía. Sus pensamientos,
sus intereses, sus móviles, serían distintos de los que mueven a los
moradores celestiales. Sería una nota discordante en la melodía del