Página 53 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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Capítulo 8—Al fin cara a cara
Una nueva idea del cielo
—¡Qué motivo de gozo para los discí-
pulos el saber que tenían un Amigo tal en el cielo para suplicar por
ellos! Mediante la ascensión visible de Cristo se cambiaron todos
los conceptos y especulaciones de ellos acerca del cielo. El cielo
había sido anteriormente para ellos una región de espacio ilimitado,
habitada por espíritus etéreos. Pero ahora el cielo estaba relacionado
con el pensamiento de Jesús, a quien habían amado y reverenciado
por encima de todos los demás, con quien habían conversado y viaja-
do, a quien habían tocado aun con su cuerpo resucitado, quien había
infundido esperanza y consuelo en sus corazones, y quien, cuando
las palabras estaban todavía en sus labios, había sido arrebatado
delante de sus ojos mientras los tonos de su voz llegaban a ellos a
medida que la carroza de nubes de ángeles lo recibía: “He aquí yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
El cielo ya no podía parecerles más un espacio indefinido e in-
comprensible, lleno de espíritus intangibles. Ahora lo consideraban
como su hogar futuro, donde el amante Redentor estaba preparándo-
les mansiones. La oración se revestía de un nuevo interés pues era
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comunión con su Salvador. Con nuevas y conmovedoras emociones
y una firme confianza de que su oración sería respondida, se reunie-
ron en el aposento alto para ofrecer sus peticiones y para demandar
la promesa del Salvador, quien había dicho: “Pedid, y recibiréis, para
que vuestro gozo sea cumplido”. Oraban en el nombre de Jesús.
Tenían un evangelio que predicar: Cristo en forma humana, un
varón de dolores; Cristo en su humillación, apresado por manos
impías y crucificado; Cristo resucitado y ascendido al cielo a la pre-
sencia de Dios para ser el Abogado del hombre; Cristo que volvería
otra vez con poder y gran gloria en las nubes del cielo.—
Comentario
Bíblico Adventista 6:1054
.
Este mismo Jesús
—Cristo había ascendido al cielo en forma
humana. Los discípulos habían contemplado la nube que le recibió.
El mismo Jesús que había andado, hablado y orado con ellos; que
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