Página 64 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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La Segunda Venida y el Cielo
Los hermanos Fitch y Stockman
—Todos nosotros nos ubica-
mos bajo el árbol [de la vida], y nos sentamos para contemplar la
gloria de aquel paraje, cuando los Hnos. Fitch y Stockman, que ha-
bían predicado el evangelio del reino y a quienes Dios había puesto
en el sepulcro para salvarlos, se llegaron a nosotros y nos pregunta-
ron qué había sucedido mientras ellos dormían. Quisimos referirles
las mayores pruebas por las que habíamos pasado; pero éstas re-
sultaban tan insignificantes frente a la incomparable y eterna gloria
que nos rodeaba, que nada pudimos decirles y todos exclamamos:
“¡Aleluya! Muy poco nos ha costado el cielo”. Pulsamos entonces
nuestras arpas gloriosas, y sus ecos resonaron en las bóvedas del
cielo.—
Notas Biográficas de Elena G. de White, 74, 75
.
La gran multitud de redimidos
—Junto al trono estaban los
que antes habían sido celosos promotores de la causa de Satanás
pero que, rescatados como tizones arrebatados del incendio, habían
seguido al Salvador con profunda e intensa devoción. Detrás estaban
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los que perfeccionaron caracteres cristianos en medio de la falsedad
y la infidelidad, los que honraron la ley de Dios cuando el mundo
cristiano la declaró nula, y los millones de todas las épocas que
cayeron como mártires por causa de su fe. Y más atrás aún estaba la
“gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus
y pueblos y lenguas... estaban delante del trono y en la presencia
del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos”.
Apocalipsis 7:9
. Su lucha había concluido, su victoria ya había sido
lograda.—
La Historia de la Redención, 441
.
Los apóstoles de Cristo
—Entre la multitud de rescatados se
encontraban los apóstoles de Cristo, el heroico Pablo, el ardoroso
Pedro, el amado y amante Juan y sus fieles hermanos, y con ellos el
vasto ejército de los mártires.—
La Historia de la Redención, 444
.
Mártires sepultados en las catacumbas en Roma
—Las cata-
cumbas ofrecieron refugio a millares de cristianos. Debajo de los
cerros, en las afueras de la ciudad de Roma, se habían cavado a
través de tierra y piedra largas galerías subterráneas, cuya obscura e
intrincada red se extendía leguas más allá de los muros de la ciudad.
En estos retiros los discípulos de Cristo sepultaban a sus muertos y
hallaban hogar cuando se sospechaba de ellos y se los proscribía.
Cuando el Dispensador de la vida despierte a los que pelearon la