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La Segunda Venida y el Cielo
Aquellos quienes han oído su voz
—Aquellos a quienes Cristo
elogia en el juicio, pueden haber sabido poca teología, pero alber-
garon sus principios. Por la influencia del Espíritu divino, fueron
una bendición para los que los rodeaban. Aun entre los paganos,
hay quienes han abrigado el espíritu de bondad; antes que las pala-
bras de vida cayesen en sus oídos, manifestaron amistad para con
los misioneros, hasta el punto de servirles con peligro de su propia
vida. Entre los paganos hay quienes adoran a Dios ignorantemente,
quienes no han recibido jamás la luz por un instrumento humano, y
sin embargo no perecerán. Aunque ignorantes de la ley escrita de
Dios, oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron las cosas
que la ley requería. Sus obras son evidencia de que el Espíritu de
Dios tocó su corazón, y son reconocidos como hijos de Dios.
¡Cuánto se sorprenderán y alegrarán los humildes de entre las
naciones y entre los paganos, al oír de los labios del Salvador: “En
cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo
hicisteis”! ¡Cuán alegre se sentirá el corazón del Amor Infinito cuan-
do sus seguidores le miren con sorpresa y gozo al oír sus palabras
de aprobación!
Pero el amor de Cristo no se limita a una clase. Se identifica
con cada hijo de la humanidad. A fin de que pudiésemos llegar a
ser miembros de la familia celestial, se hizo miembro de la familia
terrenal. Es Hijo del hombre, y así hermano de cada hijo e hija de
Adán. Sus seguidores no se han de sentir separados del mundo que
perece en derredor suyo. Son una parte de la trama y urdimbre de
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la humanidad; y el Cielo los mira como hermanos de los pecadores
tanto como de los santos. Los que han caído, los que yerran y los
pecaminosos, son abarcados por el amor de Cristo; y cada buena
acción hecha para elevar a un alma caída, cada acto de misericordia,
son aceptados como hechos a él.—
El Deseado de Todas las Gentes,
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