Página 83 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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Algunos que no estarán allí
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pueblo. Allí están los orgullosos pontífices que se ensalzaron por
encima de Dios y que pretendieron alterar la ley del Altísimo. Aque-
llos así llamados padres de la iglesia tienen que rendir a Dios una
cuenta de la que bien quisieran librarse. Demasiado tarde ven que
el Omnisciente es celoso de su ley y que no tendrá por inocente al
culpable de violarla. Comprenden entonces que Cristo identifica sus
intereses con los de su pueblo perseguido, y sienten la fuerza de sus
propias palabras: “En cuanto lo hicisteis a uno de los más pequeños
de estos mis hermanos, a mí lo hicisteis”.
Mateo 25:40 (VM)
.—
El
Conflicto de los Siglos, 725, 726
.
Los impíos de todas las generaciones
—En terrible majestad,
él [Jesús] llama a los impíos muertos. Éstos son despertados de
su largo sueño. ¡Qué espantoso despertar! Contemplan al Hijo de
Dios en su severa majestad y resplendente gloria. Todos, tan pronto
lo ven, saben que él es el crucificado que murió para salvarlos,
Aquel que aborrecieron y rechazaron. En número son como la arena
sobre la orilla del mar. En la primera resurrección, todos surgen con
lozanía inmortal, pero en la segunda se ven en todos las señales de
la maldición. Todos surgen como descendieron a sus tumbas. Los
que vivieron antes del diluvio salen con su estatura gigantesca, más
del doble de la altura de los hombres que ahora viven en la tierra,
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y son bien proporcionados. Las generaciones posteriores al diluvio
fueron de una estatura menor.—
Spiritual Gifts 3:84
.
En un arrebato belicoso señala los innumerables millones que
han sido resucitados de entre los muertos, y declara que como jefe
de ellos es muy capaz de destruir la ciudad y recuperar su trono y su
reino.
Entre aquella inmensa muchedumbre se cuentan numerosos re-
presentantes de la raza longeva que existía antes del diluvio; hombres
de estatura elevada y de capacidad intelectual gigantesca, que ha-
biendo cedido al dominio de los ángeles caídos, consagraron toda su
habilidad y todos sus conocimientos a la exaltación de sí mismos;
hombres cuyas obras artísticas maravillosas hicieron que el mundo
idolatrase su genio, pero cuya crueldad y malos ardides mancillaron
la tierra y borraron la imagen de Dios, de suerte que el Creador
los hubo de raer de la superficie de la tierra. Allí hay reyes y ge-
nerales que conquistaron naciones, hombres valientes que nunca
perdieron una batalla, guerreros soberbios y ambiciosos cuya venida