Página 84 - La Segunda Venida y el Cielo (2003)

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La Segunda Venida y el Cielo
hacía temblar reinos. La muerte no los cambió. Al salir de la tumba,
reasumen el curso de sus pensamientos en el punto mismo en que
lo dejaran. Se levantan animados por el mismo deseo de conquista
que los dominaba cuando cayeron.—
El Conflicto de los Siglos, 721,
722
.
Aquellos que viven en el egoísmo
—Nadie piense que podría
vivir una vida de egoísmo, y entonces, habiendo servido a su propio
interés, entrar en el gozo de su Señor. No podría participar en el gozo
del amor desinteresado. No estaría preparado para los atrios celestia-
les. No podría apreciar la atmósfera pura del amor que compenetra
el cielo. Las voces de los ángeles y la música de sus arpas no lo satis-
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farían. Para su mente la ciencia del cielo sería un enigma.—
Palabras
de Vida del Gran Maestro, 299
.
Los de espiritualidad embotada
—¡Cuán poco sufren los jóve-
nes, o se niegan a sí mismos por su religión! Apenas si se piensa
en el sacrificio entre ellos. No imitan al Modelo a este respecto. Vi
que el lenguaje de su vida es: el yo debe ser complacido, el orgullo
debe ser satisfecho. Se olvidan del Varón de dolores, que conoció el
pesar. Los sufrimientos de Jesús en el Getsemaní, su sudor, como de
grandes gotas de sangre en el huerto, la apretada corona de espinas
que hirió su sagrada frente, no los conmueven. Se han encallecido.
Sus sensibilidades están embotadas, y han perdido toda noción del
gran sacrificio hecho por ellos. Pueden quedar sentados escuchando
la historia de la cruz, y oyendo cómo los crueles clavos traspasaron
las manos y los pies del Hijo de Dios sin conmoverse hasta lo más
profundo del alma.
Dijo el ángel: “Si los tales fueran introducidos en la ciudad de
Dios, y se les dijera que toda su rica belleza y gloria serán su disfrute
eterno, no se darían cuenta de cuán elevado precio se pagó por esta
herencia que se les destina. Nunca comprenderán las inconmensura-
bles profundidades del amor del Salvador. No han bebido de su copa
ni han sido bautizados de su bautismo. El cielo se mancillaría si los
tales moraran allí. Únicamente aquellos que han participado de los
sufrimientos del Hijo de Dios, y han subido de la gran tribulación
y lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del
Cordero, pueden disfrutar de la gloria indescriptible y la belleza
insuperable del cielo”.—
Joyas de los Testimonios 1:47, 48
.