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La Segunda Venida y el Cielo
Los impíos son destruidos; la tierra queda desolada
—A la
venida de Cristo los impíos serán borrados de la superficie de la
tierra, consumidos por el espíritu de su boca y destruídos por el
resplandor de su gloria. Cristo lleva a su pueblo a la ciudad de Dios, y
la tierra queda privada de sus habitantes. “He aquí que Jehová vaciará
la tierra, y la dejará desierta, y cual vaso, la volverá boca abajo, y
dispersará sus habitantes”. “La tierra será enteramente vaciada y
completamente saqueada; porque Jehová ha hablado esta palabra”.
“Porque traspasaron la ley, cambiaron el estatuto, y quebrantaron el
pacto eterno. Por tanto la maldición ha devorado la tierra, y los que
habitan en ella son culpables: por tanto son abrasados los habitantes
de la tierra”.
Isaías 24:1, 3, 5, 6 (VM)
.—
El Conflicto de los Siglos,
715
.
Toda la tierra se asemejaba a un desolado desierto. Las ciudades
y las aldeas, sacudidas por el terremoto, yacían en ruinas. Las mon-
tañas, descuajadas de sus asientos, habían dejado grandes cavernas.
Sobre toda la superficie de la tierra estaban esparcidos los desmocha-
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dos peñascos que había lanzado el mar o se habían desprendido de
la misma tierra. Corpulentos árboles desarraigados estaban tendidos
por el suelo. La desolada tierra iba a ser la habitación de Satanás y
sus malignos ángeles durante mil años. Allí quedaría Satanás reclui-
do, vagabundo y errante por toda la tierra para ver las consecuencias
de su rebelión contra la ley de Dios. Durante mil años iba a poder
gozar del fruto de la maldición que había causado. Recluido en la
tierra, no tendrá ocasión de ir a otros planetas para tentar y molestar
a quienes no han caído. Durante todo ese tiempo Satanás sufrirá
muchísimo. Sus características malignas han estado en constante
ejercicio desde su caída; pero se verá entonces privado de su poder
y obligado a reflexionar con terror y temblor en lo que le reserva
el porvenir cuando haya de penar por todo el mal que hizo y ser
castigado por todos los pecados que hizo cometer.
Oí, de parte de los ángeles y de los santos redimidos, exclamacio-
nes de triunfo que resonaban como diez mil instrumentos músicos,
porque ya no se verían ellos molestados ni tentados por Satanás, y
porque los habitantes de otros mundos quedaban libres de él y de
sus tentaciones.—
Spiritual Gifts 4:474, 475
.
Nuevamente mi atención fue dirigida hacia la tierra. Los impíos
habían sido destruidos y sus cadáveres yacían por el suelo. La ira de