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La Segunda Venida y el Cielo
Los impíos resucitados reciben su castigo
—Al fin de los mil
años, Cristo regresa otra vez a la tierra. Le acompaña la hueste de
los redimidos, y le sigue una comitiva de ángeles. Al descender en
majestad aterradora, manda a los muertos impíos que resuciten para
recibir su condenación. Se levanta su gran ejército, innumerable
como la arena del mar. ¡Qué contraste entre ellos y los que resuci-
taron en la primera resurrección! Los justos estaban revestidos de
juventud y belleza inmortales. Los impíos llevan las huellas de la
enfermedad y de la muerte.
Todas las miradas de esa inmensa multitud se vuel ven para
contemplar la gloria del Hijo de Dios. A una voz las huestes de los
impíos exclaman: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”
No es el amor a Jesús lo que les inspira esta exclamación, sino
que el poder de la verdad arranca esas palabras de sus labios. Los
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impíos salen de sus tumbas tales como a ellas bajaron, con la misma
enemistad hacia Cristo y el mismo espíritu de rebelión. No disponen
de un nuevo tiempo de gracia para remediar los defectos de su
vida pasada, pues de nada les serviría. Toda una vida de pecado
no ablandó sus corazones. De serles concedido un segundo tiempo
de gracia, lo emplearían como el primero, eludiendo las exigencias
de Dios e incitándose a la rebelión contra él.—
El Conflicto de los
Siglos, 720
.
La batalla final
—Entonces Satanás se prepara para la última
tremenda lucha por la supremacía. Mientras estaba despojado de su
poder e imposibilitado para hacer su obra de engaño, el príncipe del
mal se sentía abatido y desgraciado; pero cuando resucitan los impíos
y ve las grandes multitudes que tiene al lado suyo, sus esperanzas
reviven y resuelve no rendirse en el gran conflicto. Alistará bajo
su bandera a todos los ejércitos de los perdidos y por medio de
ellos tratará de ejecutar sus planes. Los impíos son sus cautivos.
Al rechazar a Cristo aceptaron la autoridad del jefe de los rebeldes.
Están listos para aceptar sus sugestiones y ejecutar sus órdenes. No
obstante, fiel a su antigua astucia, no se da por Satanás. Pretende
ser el príncipe que tiene derecho a la posesión de la tierra y cuya
herencia le ha sido arrebatada injustamente. Se presenta ante sus
súbditos engañados como redentor, asegurándoles que su poder los
ha sacado de sus tumbas y que está a punto de librarlos de la más
cruel tiranía. Habiendo desaparecido Cristo, Satanás obra milagros