94
La Segunda Venida y el Cielo
nancia. Oyó a todas las criaturas del cielo y de la tierra rindiendo
gloria a Dios.
Apocalipsis 5:13
. No habrá entonces almas perdidas
que blasfemen a Dios retorciéndose en tormentos sin fin, ni seres
infortunados que desde el infierno unan sus gritos de espanto a los
himnos de los elegidos.—
El Conflicto de los Siglos, 599, 600
.
La tierra purificada con fuego
—Mientras la tierra estaba en-
vuelta en el fuego de la destrucción, los justos vivían seguros en
la ciudad santa. La segunda muerte no tiene poder sobre los que
tuvieron parte en la primera resurrección. Mientras Dios es para los
impíos un fuego devorador, es para su pueblo un sol y un escudo.
Apocalipsis 20:6
;
Salmos 84:11
.
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y
[126]
la primera tierra han pasado”.
Apocalipsis 21:1 (VM)
. El fuego que
consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de
la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los
redimidos las terribles consecuencias del pecado.—
El Conflicto de
los Siglos, 732
.
El único recuerdo del pecado
—Sólo queda un recuerdo: nues-
tro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión. En su
cabeza herida, en su costado, en sus manos y en sus pies se ven las
únicas huellas de la obra cruel efectuada por el pecado. El profeta,
al contemplar a Cristo en su gloria, dice: “Su resplandor es como el
fuego, y salen de su mano rayos de luz; y allí mismo está el escon-
dedero de su poder”.
Habacuc 3:4 (VM)
. En sus manos y su costado
heridos, de donde manó la corriente purpurina que reconcilió al
hombre con Dios, allí está la gloria del Salvador, “allí mismo está el
escondedero de su poder”. “Poderoso para salvar” por el sacrificio
de la redención, fue por consiguiente fuerte para ejecutar la justicia
para con aquellos que despreciaron la misericordia de Dios. Y las
marcas de su humillación son su mayor honor; a través de las edades
eternas, las llagas del Calvario proclamarán su alabanza y declararán
su poder.—
El Conflicto de los Siglos, 732
.
[127]