A una colportora
155
y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo”.
Jonás 3:8-10
. Lea esto cuidadosamente, y si el Señor le confiara
su obra, yo no tendría objeción alguna. Esto es todo lo que puedo
decirle.
Ahora, pues, tenga a bien llevar su caso al Señor, y si Ud. vive
en comunión con él, él escuchará sus oraciones y la guiará en su
proceder. Mi corazón se apiada de Ud. Cuando cometió su pecado
por primera vez, lo hizo sin pensar mucho; los que siguieron fueron
cometidos con suficiente tiempo para meditar, luego de haber tenido
la oportunidad de considerar el asunto a la luz de la Palabra de Dios
y del séptimo mandamiento. El hecho que Ud. haya sometido su
cuerpo al hombre que la descarrió y al mismo tiempo se ocupara en
iluminar otras mentes en relación con los mandamientos, es la más
decidida depravación y revela un carácter, tal cual me fue presentado,
[188]
indigno de confianza. Ud. no fue capaz de darse cuenta por qué las
cosas ya no marchan bien en el trabajo como antes.
La confesión pública no es siempre lo mejor
—Dejo las cosas
como están. Yo podría decirle que vaya a personas de confianza
de la asociación (no a hombres sino a mujeres) y hable con ellas;
pero me inclino a pensar que si Ud. hiciera eso, daría publicidad
al asunto que pondría distancia entre ellos y Ud. Cuando llegaran
a saber las cosas como son, no la animarían, ni aceptarían que Ud.
se mantuviera unida a rama alguna de la obra. Debo dejar el asunto
con Ud. y con Dios; por favor, no me cause más preocupaciones. No
está en mi disposición exponerla, sino ayudarla para que desarrolle
su carácter. Siento compasión por Ud. y espero que se conduzca
discretamente, y llegue a ser lo que Dios quiere que sea.—
Carta 95,
1893
.
[189]