Página 166 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

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Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio
pastor del rebaño, Dios le confió otro tiempo de prueba en respuesta
a nuestras apesadumbradas peticiones en su favor. El Señor, enton-
ces, le abrió el camino. Nos sentimos muy tristes por Ud.; y cuando
comprobamos cómo terminó el asunto, nos sentimos peor que antes.
Se me mostró que sus labores como ministro ya no serían acep-
tadas por Dios. Su sentido moral no ha sido fortalecido por la última
prueba a la cual fue sometido. Ud. no asumió ni mantuvo la posición
de un penitente, humillándose diariamente delante de Dios, sintiendo
su gran misericordia y la pecaminosidad de su parte. Dios no está
junto a Ud.
Su actitud debería haber sido de contrición y oración; y si hubiera
perseverado en la condición penitencial, no estaría ahora donde está:
incapacitado para que se le confíe la obra solemne de trabajar por las
almas, receloso, mal pensado, egoísta y descortés. Ud. y su esposa
son una ofensa para Dios. Fue privilegio de Uds. colocarse en el
lugar desde el cual Dios podía obrar por su intermedio, pero no lo
hicieron. No tienen amor por el estudio de la Palabra de Dios ni por
la oración.
La hora de adversidad de David
—Ud. no asumió una posición
humilde, como la de David, frente a su pecado. Luego de haber
cometido aquel gran crimen de su vida, su carácter se deterioró por
completo. El crimen se volvió terriblemente en contra de él mismo.
Cargaba conscientemente con su culpa. Sintió que había perdido el
amor y la lealtad de sus súbditos. Se debilitó física y moralmente.
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Perdió su respeto y confianza propios. Escasamente se atrevía a
confiar en sus anteriores y avezados consejeros. Humilde y dolorosa
fue la procesión que se llevó a cabo en aquella huida precipitada
desde el trono hasta más allá del monte.
Pero David nunca fue más digno de admiración que en su hora
de adversidad. Nunca fue verdaderamente mayor este cedro de Dios
que cuando tuvo que luchar contra la tormenta y la tempestad. Era
un hombre de temperamento fino, que podría haber experimentado
los más fuertes sentimientos de resentimiento, pues fue herido pro-
fundamente por la imputación inmerecida de un error. El vituperio,
nos dice él, quebró su corazón.
No habría sido una sorpresa si, aguijoneado por el arrebato,
hubiera dado salida a incontrolables sentimientos de irritación, a
explosiones de vehemente ira y a expresiones de venganza. Pero