Página 167 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

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A un evangelista
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no hubo nada de lo que, naturalmente se hubiera esperado de un
hombre con tal estampa de carácter. Quebrado de espíritu y con
lágrimas de emoción pero sin una expresión de queja, dio la espalda
a las escenas de gloria y también de su crimen, y prosiguió en su
huida por la vida.
Simei le salió al paso y, con una tormenta de maldiciones, lanzó
contra él su filípica de vituperios, arrojando piedras y tierra. Uno de
los hombres leales a David le dijo: “Te ruego que me dejes pasar, y
le quitaré la cabeza”. En su tristeza y humillación, David respondió:
“Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho... He aquí mi hijo
que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida”.
2 Samuel 16:9-11
.
David rechaza la venganza
—En David vemos al santo de Dios.
Sus sentimientos refinados y profundos no se embotaron. Sintió
intensamente su pecado...
El fiel Natán pronunció el juicio de Dios: La espada nunca se
apartaría de la casa de David; lo que había sembrado, habría de co-
secharlo. A menudo, lo invadía el sombrío presentimiento de la hora
presente. Se maravillaba por la prolongada demora del merecido
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juicio. El Dios a quien había ofendido por atraer, como su dirigente,
tan grande pecado sobre Israel, le estaba mostrando ahora que no era
un Dios que miente, y que por medios terribles, en justicia, revelaría
su aversión por el pecado. Se dio cuenta de que, verdaderamente,
“puedes estar seguro de que tu pecado te alcanzará”.
David reveló el oro puro que había en su carácter: en la adversi-
dad, y mientras sufría el juicio retributivo de Dios, rehusó vengarse
de Simei e inclinarse ante la estrategia de las artes de los expedientes
bajos para ganar su honor y su reino...
Trajo a la memoria cuán a menudo Dios había obrado en su favor,
y pensó: “Si él acepta mi arrepentimiento, aún podría concederme su
favor, y tornar mis lamentos en alegría. Podría quitarme la vestidura
de saco y concederme la de benevolencia. Por otro lado, si no se
complace conmigo, si me ha olvidado, si va a dejarme perecer en
el exilio, no murmuraré. Merezco sus juicios y me someteré a ellos.
Soportaré la indignación del Señor, porque he pecado en contra de
él, hasta que excuse mi causa y ejecute juicio por ella”.
¡Qué maravilloso cambio para David! Estaba huyendo de su
trono y su reino hacia una tierra árida y sin agua.