Capítulo 3—Individualidad
Individualidad de la esposa
—Una mujer que se resigna a los
dictámenes de otra persona—aun en los más mínimos asuntos de
la vida doméstica—, que somete su propia identidad, nunca podrá
llegar a ser de utilidad y bendición para el mundo. Tampoco res-
ponderá al propósito divino para su existencia. Se constituye en una
mera máquina que es guiada por la mente y voluntad de los demás.
Dios ha otorgado a cada cual, hombres y mujeres, una identidad,
una individualidad para que actúen por ellos mismos en el temor de
Dios.—
Carta 25, 1885
.
Identidad personal de los esposos
—Me fue mostrado que, aun-
que una pareja se haya casado, aunque se hayan entregado el uno al
otro por el voto más solemne en la presencia del cielo y los santos
ángeles, y los dos lleguen a ser uno solo, cada uno de ellos todavía
conserva su identidad individual, la cual no puede ser destruida por
el voto matrimonial. Aunque se hayan unido uno al otro, todavía
deberán ejercer su influencia en el mundo; no deberían concentrarse
en ellos mismos al punto de apartarse de la sociedad sepultando así
su utilidad e influencia.—
Carta 9, 1864
.
Una esposa pasiva
—Si una mujer estuviera de acuerdo en que
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es prerrogativa de su marido ejercer el pleno control de su cuerpo y
modelar su mente para que se adapte a la de él en todo, siguiendo su
propio cauce, rindiendo así su individualidad, perderá su identidad al
fusionarla con la de su marido. Se convertirá en una mera máquina
que la voluntad de su esposo moverá y controlará, en una criatura
manejada a su gusto. Al final, el esposo pensará, tomará decisiones
y actuará por ella. Al adoptar esta posición pasiva, la esposa des-
honra a Dios. Ella tiene responsabilidades ante Dios que es su deber
preservar.
Cuando la esposa rinde su cuerpo y su mente al control de su
marido, adoptando una posición pasiva ante la voluntad del esposo
en todo, sacrifica su conciencia, dignidad e identidad, perdiendo
así la oportunidad de ejercer la poderosa influencia que posee para
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