Página 245 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

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Comprendamos a los demás
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un error de lo que suplica por nosotros, transgresores, Aquel que nos
ha hecho. Jamás ser humano alguno ha ido detrás de un penitente
con invitaciones más tiernas.
Por eso, pues, ¡con cuánta simpatía deberíamos nosotros traba-
jar por los errantes y pecadores que perecen a nuestro alrededor!
Debemos trabajar con el espíritu con que Cristo trabajó, y con la
ternura compasiva que él manifestó. Cuandoquiera clamemos por las
promesas de Dios con fe viviente, cuando vivamos de toda palabra
que sale de la boca de Dios, nos colocaremos del lado de Cristo,
y podremos contar con la operación de su Espíritu y su gracia en
nuestros esfuerzos para conducir a las almas al conocimiento de la
voluntad divina.—
Manuscrito 35, 1886
.
Compasión por el culpable
—¡Cuán poco simpatizamos con
Cristo en lo que debería ser el lazo de unión más fuerte entre nosotros
y él, esto es, la compasión por los depravados, culpables y dolientes,
que están muertos en delitos y pecados! La inhumanidad del hombre
para con el hombre es nuestro mayor pecado. Muchos se figuran que
están representando la justicia de Dios, mientras dejan por completo
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de representar su ternura y su gran amor. Muchas veces, aquellos
a quienes tratan con aspereza y severidad están pasando por una
violenta tentación. Satanás se está ensañando en esas almas, y las
palabras duras y despiadadas las desalientan y las hacen caer en las
garras del tentador.
Delicada cosa es tratar con las mentes. Sólo Aquel que lee el co-
razón sabe llevar a los hombres al arrepentimiento. Sólo su sabiduría
nos proporcionará éxito en alcanzar a los perdidos. Podemos erguir-
nos, imaginándonos ser más santos que ellos, y por acertado que sea
nuestro razonamiento o veraz nuestra palabra, no conmoverán los
corazones. El amor de Cristo, manifestado en palabras y obras, se
abrirá camino hasta el alma, cuando de nada valdría la reiteración
de preceptos y argumentos.
Necesitamos más simpatía cristiana; y no simplemente simpatía
para con los que nos parecen sin tacha, sino para con los pobres y los
que padecen, para con las almas que luchan y son muchas veces sor-
prendidas en sus faltas, para los que van pecando y arrepintiéndose,
los tentados y desalentados. Debemos allegarnos a nuestros seme-
jantes, conmovidos, como nuestro misericordioso Sumo Sacerdote,
por sus flaquezas.—
El Ministerio de Curación, 120, 121
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