Conducta del cónyuge cristiano
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intereses de los de su esposo y sus hijos. Su primer deber está en su
casa. El Espíritu del Señor no le ha dado una obra, ni la ha calificado
para una tarea, en oposición a su propia palabra...
Consejos a una madre
—Ud. tiene una gran obra, una invitación
santa, sagrada; la de ser un ejemplo de las gracias cristianas, como
esposa y madre fiel; de ser amable, paciente, bondadosa pero firme
en su vida de hogar; de aprender métodos correctos, y adquirir tacto
para poder instruir a sus pequeños con el fin de que ellos puedan
seguir en los caminos del Señor. Como una humilde hija de Dios,
aprenda en la escuela de Cristo; busque constantemente mejorar sus
capacidades para realizar la obra del hogar más perfecta y cabal,
tanto por precepto como por ejemplo.
En esta tarea, Ud. podrá contar con la ayuda del Señor; pero
si ignora sus deberes de esposa y madre, y extiende sus manos al
Señor para que le proporcione otro tipo de obra, puede estar segura
de que él no se contradirá; le señalará sus deberes en el hogar. Si Ud.
imagina que se le ha confiado una obra mayor y más piadosa que la
que se le ha encomendado, se engaña a Ud. misma. Al descuidar a su
esposo y a los niños para atender lo que considera deberes religiosos,
ya sea asistiendo a reuniones, trabajando por otros, dando estudios
bíblicos o esparciendo el mensaje, Ud. contradice abiertamente las
palabras inspiradas de las instrucciones de Pablo a Tito. La religión
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de Cristo nunca conduce a una esposa y madre a hacer lo que Ud.
está haciendo.
Ud. debería cultivar las cualidades formativas del hogar con
eficiencia, pues sus niños están en la edad cuando más necesitan
de una madre. El espíritu inquieto se inclina, naturalmente, a las
travesuras; la mente activa, cuando no se ocupa de cosas buenas,
prestará atención a las sugerencias satánicas. Los niños necesitan
el ojo avisor de la madre. Necesitan ser instruidos y guiados en
las sendas seguras, guardados de los vicios, ser ganados por medio
de la bondad y confirmados en las buenas obras por medio de una
instrucción diligente.
El Salvador discierne el valor y la dignidad de cada alma porque
ésta lleva la imagen de Dios. Murió para que sus hijos puedan recibir
el don de la vida eterna. Los mira con compasión divina. Deben
ser salvos por la eternidad, y son tan preciosas como las almas de
los adultos. El Señor, pues, no la ha llamado a descuidar su hogar,