Página 108 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
si es que están dispuestos a ser enseñados y si son suficientemente
humildes para aceptar la evidencia y recibir la luz de los mensajeros
que Dios decide enviar.
Debemos estudiar la verdad por nosotros mismos. No debe con-
fiarse en nadie para que piense por nosotros. No importa de quién se
trate, o cuán elevado sea el puesto que ocupe, no hemos de mirar a
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nadie como criterio para nosotros. Debemos aconsejarnos mutua-
mente, y estar sujetos los unos a los otros; pero al mismo tiempo
debemos ejercer la capacidad que Dios nos ha dado, para saber cuál
es la verdad. Cada uno de nosotros debe pedir al Cielo la ilumina-
ción divina. Debemos desarrollar individualmente un carácter que
soporte la prueba en el día de Dios. No debemos ser obstinados en
nuestras ideas, y pensar que nadie debe interferir nuestras opiniones.
Cuando un punto de doctrina que no entendáis llegue a vuestra
consideración, id a Dios sobre vuestras rodillas, para que podáis
comprender cuál es la verdad y no ser hallados como lo fueron los
judíos luchando contra Dios. Mientras amonestamos a los hombres
a precaverse de aceptar cualquier cosa a menos que sea la verdad,
debemos también amonestarlos a no poner en peligro sus almas
rechazando mensajes de luz, sino a salir de las tinieblas por el estudio
fervoroso de la Palabra de Dios.
Cuando Natanael fue a Jesús, el Salvador exclamó: “He aquí un
verdadero israelita, en quien no hay engaño”. Natanael dijo: “¿De
dónde me conoces?” Jesús respondió: “Cuando estabas debajo de la
higuera, te vi”. Y Jesús nos verá también en los lugares secretos de
la oración, si buscamos luz para saber cuál es la verdad.
Si un hermano está enseñando el error, los que ocupan puestos de
responsabilidad debieran saberlo; y si está enseñando verdad, deben
ponerse resueltamente de su lado. Todos nosotros debemos saber lo
que se enseña en nuestro medio, pues si es la verdad, necesitamos
conocerla. El maestro de la escuela sabática necesita conocerla, y
todo alumno de la escuela sabática, debería comprenderla. Todos
tenemos la obligación hacia Dios de comprender lo que él nos envía.
El ha dado instrucciones por las cuales podemos probar toda doctrina.
“¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque
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no les ha amanecido”. Pero si está de acuerdo con esta prueba,
no estéis tan llenos de prejuicio que no podáis aceptar un punto,
sencillamente porque no concuerda con vuestras ideas.