Página 119 - Testimonios para los Ministros (1979)

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La alta norma de Dios
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Todo el culto de Israel de antaño era una promesa, en figuras y
símbolos, de Cristo; y no era una mera promesa, sino una verdadera
provisión, destinada por Dios a ayudar a millones de personas ele-
vando sus pensamientos hacia Aquel que había de manifestarse a
nuestro mundo.
Cristo, la revelación de Dios
En Cristo el mundo contempló al Dios invisible. “Yo soy en el
Padre—dijo él—, y el Padre en mí”. “El que me ha visto a mí ha
visto al Padre”. “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais
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y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”. En todos nuestros actos
de verdadera devoción fijamos los ojos de nuestra fe en nuestro
Abogado, que intercede entre el hombre y el trono eterno, y quien
espera para tomar nota de todo esfuerzo nuestro y para ayudarnos
por su Espíritu a lograr un conocimiento más perfecto de Dios.
El Cordero de Dios nos es presentado como quien está “en
medio del trono” de Dios. El es la gran provisión por la cual Dios y
el hombre están unidos y tienen comunión el uno con el otro. Por eso
se describe a los hombres como sentados en los lugares celestiales
en Cristo Jesús, quien es el punto designado de reunión entre Dios y
la humanidad.
“Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos
sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos,
sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,
para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú
me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean
uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para
que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me
enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has
amado”. Cristo llevó a la naturaleza humana a la relación personal
con su propia divinidad. Así ha proporcionado un centro al cual
puede aferrarse la fe del universo.
Dios quiere que su ley sea obedecida por todos los que creen en
Cristo. Satanás sabía que si la familia humana podía ser inducida a
creer que Dios había abolido su norma moral del carácter, el hombre