Página 135 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Un llamamiento solemne a los ministros
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de las almas. Si el pastor pronuncia palabras extraídas de los oráculos
vivientes de Dios; si cree en la cooperación de Cristo y la espera, de
Aquel cuyo siervo él es; si esconde el yo y exalta a Jesús, el Redentor
del mundo, sus palabras alcanzarán los corazones de sus oyentes, y
su obra llevará las credenciales divinas. El Espíritu Santo debe ser el
agente divino para convencer de pecado. El agente divino presenta
al orador los beneficios del sacrificio hecho en la cruz; y cuando la
verdad es puesta en contacto con las almas presentes, Cristo las gana
para sí, y obra para transformar su naturaleza. El Señor está listo a
auxiliarnos en nuestras debilidades, a enseñar, a guiar, a inspirarnos
ideas de origen celestial.
¡Cuán poco pueden hacer los hombres en la obra de salvar almas,
y sin embargo, cuánto pueden hacer por medio de Cristo si están
imbuidos de su Espíritu! El maestro humano no puede leer los
corazones de sus oyentes, pero Jesús dispensa la gracia que toda alma
necesita. El comprende las posibilidades del hombre, su debilidad,
y su fuerza. El Señor está obrando en el corazón humano, y un
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ministro puede ser para las almas que escuchan sus palabras un sabor
de muerte para muerte, alejándolas de Cristo; o, si es consagrado y
devoto, si desconfía de sí mismo y mira a Jesús, puede ser un sabor de
vida para vida para las almas que ya están bajo el poder convincente
del Espíritu Santo, y en cuyos corazones el Señor está preparando
el camino para los mensajes que él ha dado al agente humano. Así
es tocado el corazón del incrédulo, y responde al mensaje de la
verdad. “Nosotros somos colaboradores de Dios”. Las convicciones
implantadas en el corazón, y la iluminación del entendimiento por
la exposición de la Palabra actúan en perfecta armonía. La verdad
traída ante la mente, tiene poder para despertar las dormidas energías
del alma. El Espíritu de Dios obrando en el corazón, coopera con
la obra de Dios por medio de sus instrumentos humanos. Cuando
los ministros advierten la necesidad de una reforma cabal en sí
mismos, cuando sienten que deben alcanzar una norma más elevada,
su influencia sobre las iglesias será elevadora y refinadora.
Las faltas secretas deben ser vencidas
Hay pecadores entre los ministros. No están agonizando por
entrar por la puerta estrecha. Dios no obra con ellos, porque no puede