Página 137 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Un llamamiento solemne a los ministros
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chadas. Por amor de Cristo, limpiad el campamento, comenzando,
por la gracia de Cristo, la obra personal de purificar el alma de la
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contaminación moral. Un ministro que desde el púlpito hace chis-
tes o exagera la nota para obtener alabanza, es un espectáculo que
crucifica nuevamente al Hijo de Dios y lo expone a la vergüenza.
Debe haber cabal arrepentimiento, fe en nuestro Salvador Jesucristo,
vigilante cuidado, oración incesante y escudriñamiento diligente de
las Escrituras. Dios nos tiene por responsables de todo lo que po-
dríamos ser si aprovecháramos nuestros talentos. Seremos juzgados
de acuerdo con lo que debiéramos haber sido, pero no llegamos a
ser; de acuerdo con lo que deberíamos haber hecho, pero no reali-
zamos por no usar nuestras facultades para glorificar a Dios. Aun
cuando no perdamos nuestra alma, habrá una pérdida eterna por todo
el conocimiento que podríamos haber obtenido pero no logramos.
Toda nuestra influencia pertenece a Dios. Todo lo que adquirimos
ha de ser usado para su gloria. Toda la propiedad que el Señor nos
ha confiado ha de ser mantenida sobre el altar de Dios, para serle de-
vuelta de nuevo. Estamos decidiendo nuestro propio destino. Quiera
el Señor ayudarnos a todos a ser sabios para la eternidad.
Hermanos míos, estamos viviendo en un período muy solemne
de la historia de la tierra. Nunca es tiempo de pecar; siempre es
peligroso continuar en la transgresión; pero en un sentido especial
esto es cierto en el tiempo actual. Estamos ahora en los mismos
umbrales del mundo eterno, y nuestra relación hacia el tiempo y la
eternidad es más solemne que nunca antes. Investigue cada uno su
propio corazón, y ruegue que los brillantes rayos del Sol de justicia
disipen toda tiniebla espiritual, y limpien de toda contaminación.
“Si confesamos nuestros pecados; él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Por la fe, al margen
de nuestros sentimientos, Jesús, el autor de nuestra salvación, el
consumador de nuestra fe, por su preciosa gracia, fortalecerá las
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facultades morales, y los pecadores pueden considerarse a sí mismos
“muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús”. La fe
sencilla con el amor de Cristo en el alma, une al creyente con Dios.
Mientras se empeña en la batalla como fiel soldado de Cristo, tiene
la simpatía de todo el universo leal. Los ángeles ministradores están
a su alrededor para ayudarlo en el conflicto, de manera que pueda
decir confiado: “El Señor es mi ayudador”, “Jehová es mi fortaleza