Página 139 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Un llamamiento solemne a los ministros
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nombres de aquellos que siguen al Cordero por dondequiera que
va. Vuestras ideas erróneas y los aspectos objetables de vuestro
carácter deben ser abandonados, y debéis vestiros con el manto de
la justicia de Cristo.
¡La fe y el amor
: cuán destituidas están las
iglesias de estos bienes! El Mercader celestial nos amonesta: “Yo
te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que
seas rico, y vestiduras blancas para vestirte... y unge tus ojos con
colirio, para que veas”. Dios quiera que los que están predicando
en nuestras asociaciones no sean como las vírgenes insensatas, que
tienen lámparas, pero están destituidas del aceite de la gracia que
hace que las lámparas ardan y difundan luz. ¡Oh, necesitamos más
ministros de oración—hombres que sientan el solemne peso de las
almas—, hombres que tengan una fe que obre por el amor y purifique
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el alma! Sin fe es imposible agradar a Dios. ¡Cuán imperfecta es
la fe en nuestras iglesias! ¿Por qué no creemos que el Señor hará
precisamente lo que él dice que hará?
Somos siervos de Dios, y a cada uno de nosotros nos ha dado
talentos, tanto naturales como espirituales. Como hijos de Dios,
debemos acrecentar constantemente nuestra idoneidad para las man-
siones celestiales que Cristo dijo a sus discípulos que iba a preparar
para ellos. El que echa mano de la justicia de Cristo puede llegar a
ser un hombre perfecto en Cristo Jesús. Trabajando desde un punto
de vista elevado, tratando de seguir el ejemplo de Jesús, creceremos
a su semejanza, logrando un refinamiento cada vez mayor.
El Salvador oró: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es ver-
dad”. Los que son disciplinados por la verdad serán hacedores de
la Palabra; serán diligentes lectores de la Biblia e investigarán las
Escrituras con el ferviente deseo de comprender la voluntad de Dios,
y de cumplirla inteligentemente.
Sed corteses
Los ministros de nuestras asociaciones necesitan andar cuidado-
samente delante del Señor. Tienen gran necesidad de seguir el ruego
del apóstol, “sed... corteses” (
1 Pedro 3:8 (VM)
), en su ministerio,
en buscar a las almas como quienes deben dar cuenta, al tratar de
salvar a los descarriados. Podéis ser fieles a los principios, podéis
ser justos, honrados y religiosos; pero sin dejar estas cosas debéis