Página 142 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Testimonios para los Ministros
el mundo. Dios está listo a aceptar a los hombres como sus cola-
boradores, y a convertirlos en la luz del mundo, en instrumentos
por cuyo intermedio él puede infundir generosamente luz para la
comprensión de su verdad. Si en los hombres que llevan el mensaje
no mora Cristo, si no son fieles—y algunos no lo son—, quiera el
Señor despertarlos de su engaño antes que sea demasiado tarde. Dios
desea que los hombres sean tiernos de corazón, compasivos y que
tengan amor fraternal. Jesús está esperando que abran la puerta, para
que él pueda entrar a infundir en sus corazones el calor de su amor,
su bondad, su tierna compasión; para que el obrero pueda, en toda
su relación con los seres humanos, revelar el Salvador al mundo.
Los pastores demasiado a menudo desempeñan el papel de críti-
cos, mostrando su capacidad y su agudeza para la polémica. Pasa
un sábado tras otro y apenas se hace una impresión de la gracia de
Cristo en los corazones y las mentes de los oyentes. Así el ministerio
llega a ser considerado como algo sin importancia. Todo el cielo está
trabajando por la salvación de los pecadores; y cuando el más pobre
de la familia humana acude arrepentido a su Padre, como el hijo
pródigo, hay gozo en la hueste celestial. Hay calor, cortesía y amor
en el cielo. Acudan los pastores a Dios en oración, confesando sus
pecados, y con toda la sencillez de un niñito pidan las bendiciones
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que necesitan. Rogad por el calor del amor de Cristo, y entonces
colocadlo en vuestros discursos; y que nadie tenga ocasión de salir
y decir que las doctrinas que creéis os incapacitan para expresar
simpatía por la humanidad que sufre, que tenéis una religión sin
amor. El poder del Espíritu Santo quemará la escoria del egoísmo, y
revelará un amor probado en fuego, un amor que enriquece. El que
tiene esas riquezas se halla en estrecha simpatía con Aquel que nos
amó de tal manera que dio su vida por nuestra redención.
No deis gloria al hombre
Al hablar a los corintios, dice Pablo: “Pero tenemos este tesoro
en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios,
y no de nosotros”. Esto es lo que Cristo enseñó a sus discípulos:
“Separados de mí nada podéis hacer”. Pablo quiere grabar en la
mente de los ministros y del pueblo la razón por la cual el Evangelio
fue encomendado a los hombres, débiles y sujetos a error: para