Página 143 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Un llamamiento solemne a los ministros
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que el hombre no recibiera el honor debido sólo a Dios, sino que
Dios recibiera toda la gloria. El embajador no ha de felicitarse a
sí mismo y atribuirse el honor del éxito, o aun compartir el honor
con Dios, como si por su propio poder hubiera realizado la tarea.
El razonamiento elaborado o las demostraciones argumentativas de
las doctrinas, rara vez hacen que el oyente advierta su necesidad
y su peligro. Las declaraciones sencillas y breves, que salen de un
corazón lleno de simpatía, enternecido por el amor de Cristo, serán
como el grano de mostaza, al cual Cristo asemejó sus palabras de
verdad divina. El siembra en el alma la energía vital de su Espíritu,
para que la semilla de la verdad germine y lleve fruto.
¿Tendrán cuidado mis hermanos de que ninguna gloria sea dada
a los hombres? ¿Reconocerán que es Cristo quien realiza la obra
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en el corazón humano y no ellos mismos? ¿Rogarán mis hermanos
ministros, solos en presencia de Dios, en oración secreta, que su
presencia y poder los acompañe? No os atreváis a predicar un solo
sermón más a menos que sepáis, por vuestra propia experiencia, lo
que Cristo es para vosotros. Con corazones santificados por la fe en
la justicia de Cristo, podéis predicar a Jesús, podéis exaltar al resu-
citado Salvador ante vuestros oyentes; con corazones subyugados y
enternecidos por el amor de Jesús podéis decir: “He aquí el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Cultivad la fe y el amor
Habéis descuidado tristemente leer las Escrituras e investigarlas
con corazón humilde por vosotros mismos. No os conforméis con la
explicación que ningún hombre haga de las Escrituras, cualquiera
sea su posición, sino id a la Biblia e investigad la verdad por vosotros
mismos. Después de escuchar a Jesús, los samaritanos dijeron: “Ya
no creemos por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y
sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el
Cristo”. Allí está la mina de la verdad. Cavad un pozo profundo y
poseeréis el conocimiento que es de más valor para vosotros. Muchos
se han vuelto perezosos y han caído en un criminal descuido del
escudriñamiento de las Escrituras, y están tan destituidos del Espíritu
de Dios como del conocimiento de su Palabra. En el Apocalipsis,
la revelación que fue dada a Juan, leemos acerca de algunos que