Un llamamiento solemne a los ministros
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a los hombres por amor de Cristo. Es fácil que el corazón natural
ame a unos pocos favoritos, y sea parcial para con estos pocos; pero
Cristo nos pide que nos amemos mutuamente como él nos ha amado.
“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después
pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos,
sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en
paz para aquellos que hacen la paz”.
Tenéis una obra seria y solemne que hacer para preparar el ca-
mino del Señor. Necesitáis la unción celestial, y podéis tenerla.
“Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta
ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que
vuestro gozo sea cumplido”. ¿Quién puede ser frívolo, quién puede
ocuparse en conversaciones livianas y comunes, mientras por la fe
ve al Cordero inmolado clamando ante el Padre como intercesor de
la iglesia de la tierra?
Por la fe miremos el arco iris que rodea el trono, la nube de
pecados confesados detrás de él. El arco iris de la promesa es una
seguridad que se da a cada alma humilde, contrita y creyente, de
que su vida es una con Cristo, y de que Jesús es uno con Dios. La
ira de Dios no caerá sobre una sola alma que busca refugio en él.
Dios mismo ha declarado: “Y veré la sangre y pasaré de vosotros”.
“Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto
perpetuo”.
Es Cristo quien ama al mundo con amor infinito. El dio su vida
preciosa: él, el unigénito del Padre. El se levantó de entre los muertos,
y está a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros. Ese mismo
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Jesús, con su humanidad glorificada, sin que haya cesado su amor,
es nuestro Salvador. Nos ha pedido que nos amáramos el uno al otro
como él nos amó. ¿Cultivaremos este amor? ¿Seremos semejantes a
Jesús
Muchos de los judíos fueron y escucharon mientras Jesús revela-
ba los misterios de la salvación, pero no fueron para aprender; fueron
para criticar, para tomarlo en alguna contradicción a fin de que tuvie-
ran algo que les sirviera para inculcar prejuicios en la gente. Estaban
conformes con el conocimiento que tenían, pero los hijos de Dios
[
Estudio adicional:
Obreros Evangélicos, 20-23, 267-272, 286-293
;
Fundamentals
of Christian Education, 475-484
.
]